En 1953 no había nacido. Y en 1967 ya era hombre con doce años. Es decir en 1953 nace Play Boy y en 1967, hurgando en el armario de la habitación de mi padre, aparece un magazine que iniciaría un cambio en mi vida. En portada, una pin-up francesa en papel rugoso en blanco y negro. Sus ubres al aire libre. Palmeras, cocoteros y una piscina azul pintada a su alrededor. Sus manos en la cintura…su pubis difuminado; como si una goma de borrar hubiera recorrido la entrepierna de aquella vedette. Era lógico…no era el Play Boy. Aquella revista se llamaba París/Hollywood.
En la época de la dictadura española era común, lo común. Y mi padre salía de lo oficial para disfrazar su hipocresía; algo peligroso en aquella época donde lo común era lo oficial. Le hubieran podido caer por aquel ejemplar, ya desgastado y sucio en su uso, tres años de cárcel. Él lo escondía sigilosamente entre las toallas de baño del armario del dormitorio. Y para no inducir a sospecha ni mancharlo, yo se lo sustraía a escondidas con los guantes negros de vestir de mi madre.
Los dos nos seguíamos haciéndonos “hombres” con aquellas ilustraciones. Sin padre e hijo siendo conscientes de aquel secreto, creímos que, tanto el silencio entre nosotros como aquellas imágenes de la mujer en aquellas páginas, nos eran útiles a los dos para nuestro crecimiento. Él en dirección hacia la senectud …y yo hacia mi primavera abierta y polimorfa que la década de los 70 nos permitía. Pasaron un par de años y un día llegué a encontrar más revistas que toallas en el closet. Todas en francés. Se llamaban Lui y Penthouse.
En 1969, año muy sexual por otra parte, no por el final de la decena en el número, sino por la resaca de la revuelta cultural del mayo del 68 en París y el desarrollo del amor libre como herencia del movimiento hippie… Mi profesor de literatura en el high school , Antonio Rovira, nos introdujo en la llamada nueva literatura americana. Pues bien, allí, semi a escondidas -el colegio pertenecía a la congregación religiosa de los hermanos Maristas -oí por primera vez de Jack Kerouac, Ginsberg, los dos Miller, el autor teatral y el narrador de Trópico de Cáncer, Bukowski , Tennessee Williams o la novela A sangre fría de Truman Capote…
Faltaba uno, entre otros por supuesto: Vladimir Nabokov ¿Quién era este ser, considerado ardid como autor de una de las novelas más polémicas e importantes, literariamente hablando, de la narrativa norteamericana? La obsesión por el sexo de Hugh Hefner, propietario de la revista, permitió que, en una edición de enero de 1964 de Play Boy yo tuviera por primera vez en las manos, no solo a la playmate Nancy Scott vestida en portada, sino que supiera que una novela tabú en la España de la época llamada Lolita la tuviese mi madre –…repito mi madre- en la mesita de noche de su habitación, gracias a una entrevista del escritor y futurólogo americano Alvin Toffler. Recuerdo las palabras de mi mamá “Esta no es una novela erótica, sino el relato del sufrimiento de un hombre que no ha crecido como adulto y se enamora de una adolescente”.
Mi primer Play Boy, a pesar que tenía cinco años de retraso la tirada, había acometido una doble función: la que corresponde a una revista carnal y la que descubrí por mí mismo sobre los personajes del mundo erudito de la época que aparecían en ella y que posteriormente han dado voz y cierto prestigio a esta publicación: Gabriel García Márquez, Isaac B. Singer, Jorge Luis Borges, Alberto Moravia, Chuck Palahniuk, Lawrence Durrell, Haruki Murakami, John Updike, Roberto Bolaños, Kurt Vonnegut….
A mediados del mes pasado, anunciaron que la revista va a evitar los desnudos integrales en sus páginas. ¿Una decisión moral? No: una medida en busca de nuevos mercados y en reparación de pérdidas económicas importantes. De siete millones en la década de los 70, a ochocientos mil ejemplares impresos ahora.
Me imagino que la estupidez de “las conejitas”, “las playmates” y los calendarios, se acabará. Aunque pienso que, tanto Margaret Atwood que publicó el relato The Age of Bottleneck en 2008, como otras figuras del ámbito académico que den honor a otros géneros o campos ligados a la creación literaria, el arte, el cine, o la moda, seguirán en la brecha de esta publicación, hoy ya histórica, que nació en 1953, durante la dinastía del baby boom, y con una portada de Marilyn Monroe en el primer número.
A pesar de todo, lo que más me duele desde el punto de vista generacional en este país que compartimos, es que algún adolescente americano, hoy, en vez de encontrarse una revista erótica en el armario del dormitorio de su padre, pueda aparecer escondida la textura del metal y el uso desconocido de una Smith & Wesson calibre 22…que pena.
Con lo bonita que era aquella masturbación que te afirmaba como “hombre iniciado” – salió politically correct está oración. Contemplar aquellas hermosas mujeres “dispuestas solo para ti en la fantasía” sabiendo que, al finalizar tu “tarea unipersonal” y después de un pequeño descanso con suspiro incluido, podrías pasar página y leer una interesante entrevista a Miles Davies, Timothy Lery, M.Luther King Jr, Steve Jobs o Di Carpio.
“Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, encontrar el fin? Morir, dormir… nada más. Hamlet
Creo que llegó la hora de la retirada de Play Boy, por mucho que nos supiera seducir a los que hoy llevamos la andropausia/menopausia con honor y discreción. Por cierto, incontables mujeres de derechas o de izquierdas, feministas o amas de casa de la clase media de todo el mundo …la leían también.
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