Un melancólico maestro da clases de ESL a cadetes puertorriqueños enlistados para Vietnam mientras sueña con escribir la Gran Novela Americana; un serial killer –de oficio camionero– que recorre el Big Sur y elabora diversas teorías sobre por qué Elvis Presley “fraguó su muerte”; el encuentro entre un canalla que vende sangre en clínicas de New York y una ex gloria de tango desencadena una trama que empieza en el Caribe en la década del ´50 e involucra a Juan Domingo Perón; una carta que llega del exterior para revelar en la nostalgia de la Buenos Aires de fines del siglo XX un pasado de prostitución y delitos; la leyenda de los dos Papas que disfrazados de mendigos buscan jóvenes inmigrantes por la madrugada… son algunas de las personalísimas historias que incluye Grand Nocturno (Suburbano ediciones)
Con agudeza psicológica y empleando los más diversos recursos estilísticos, Vera dibuja una visión humana y profunda sobre lo precario de la existencia en aquellos seres que tienen como único refugio ese país de mil estrellas que es la noche.
¿Cómo surgió Grand Nocturno? ¿La idea fue de la editorial o tuya?
La idea estaba desde hace algún tiempo, tanto en mi caso como de Suburbano ediciones. Hace un par de años había editado un ebook, ya que anteriormente había publicado un libro de comics, y me parecía interesante experimentar con ese nuevo formato. Ese ebook que es Una extraña felicidad (llamada América) tenía como eje a inmigrantes y expatriados. Tuvo buenos reviews, a la gente le gustó, así que era inevitable un nuevo libro. A esos cinco cuentos le sume otros siete inéditos. Entre esas dos ediciones, junto a Pedro Medina León hice la antología Viaje One Way, narradores de Miami. Un trabajo que también nos dio buenas satisfacciones. Pero volviendo a Grand Nocturno, unos amigos que leyeron el manuscrito me dijeron que eran personajes marginales, muchos nocturnos, además de estar como desubicados, ya sea por ser extranjeros o porque no se sienten cómodos en este mundo. Lo que es normal. Es un mundo de esclavos. O parafraseando a un poeta: “antes eramos ciudadanos, luego pasamos a ser consumidores, y ahora somos esclavos”. Hay mucho de eso.
¿Y cómo fue el proceso de elaboración del libro?
Uno siempre escribe, más allá de que alguna vez termine lo que hago en un libro. Así que seleccioné unos cuentos que me parecían encajaban con los otros de Una extraña felicidad (llamada América). Por el momento estoy conforme.
¿Reescribiste algunos cuentos que se habian publicado antes?
No suelo volver a leer lo que escribo. Pero lo hice, y sólo saqué alguna coma, un adjetivo, pero no más.
¿En el conjunto de cuentos encontrás alguna diferencia entre los más antiguos y los recientes?
Hay una gama de técnicas narrativas, pero es algo que sale normalmente, como una manera de no aburrirme. Por eso también dibujo cartoons, escribo no ficción, hago traducciones.
En sus cuentos hay críticas al sueño americano.
¿Qué es el sueño americano? ¿Tener una casa, un auto y una familia? Bueno, eso se puede tener en Argentina y creo que en otra parte, ¿no? Nunca fue ese sueño, sea acá o en otro lado. Los norteamericanos se ríen con lo del sueño americano. Para millones de extranjeros es como la zanahoria… Siempre es mejor soñar lo tuyo y no lo de los otros. Es simple. Creo que si hay una crítica al sistema, que es lo mínimo que se le puede pedir a un músico o un escritor, alguien que mira y siente a su alrededor, es algo común. Nunca fui políticamente correcto, siempre me consideré un autor marginal.
¿Habitualmente cómo te surge la idea de un cuento?
De varias maneras. Muchas veces aparece una imagen, o una frase. O algo que vivíste, leíste o escuchaste en la calle. Y eso va desarrollándose hasta terminar en un relato. En ese desarrollo está el planteo de contarlo en primer persona o tercera, problemas que tienen que ver con la arquitectura del cuento. Por ejemplo, hay un relato en Grand Nocturno que se llama “Una soledad tropical” y surgió leyendo la biografía de Cory MacLauchlin sobre John Kennedy Toole, Butterfly in the Typewriter. Alguna vez en mi adolescencia había leído La conjura de los necios, pero lo que me pareció interesante de la biografía fue enterarme que Kennedy Toole escribió la novela –sin duda una de las grandes obras de la literatura del Sur de Estados Unidos– , en Puerto Rico mientras daba clases de inglés a cadetes que se iban a la guerra. En esos años el autor conoció otras islas del Caribe. Esos datos de la realidad, luego ya con la imaginación, sirvieron para escribir el cuento. Claro, en la historia en ningún momento lo nombro, dejo pistas.
¿Por qué los escritores argentinos se sienten más atraídos por Europa que por Estados Unidos?
Es una tradición que viene desde siempre. Pero es raro: está el lugar común que dice que los “argentinos venimos de los barcos”, una mentira a medias. Y entonces está esa nostalgia por volver a Europa. Sin embargo Canadá y Estados Unidos también son países hecho por aquellos que “vinieron en los barcos”. En mis quince años en este país, jamás escuché a un norteamericano decir esa estupidez, o peor, querer volver a “su origen”. ¿Y sabés por qué? Porque el argentino en el fondo ha sentido que desde siempre el sistema lo ha cagado, que el país con todo el potencial que tiene, encuentra males como la corrupción. Ahora, creo, muchas cosas están cambiando. Hay corrupción, pero tal vez no tanta. Tal vez sea ingenuo. No lo sé.
¿Te interesan los escritores latinos en los Estados Unidos?
Me interesan los escritores. Este país tiende a catalogar: blanco, negro, hispano, etc. Y lo mismo hace con los escritores: gay, no gay, latino, chicano, oriental y un largo etc que aburre. Tal vez tenga más que ver con un escritor de San Franciso que con uno de Miami o New York que escribe en español. Uno es un escritor, sin adjetivos.
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