Tardé tres días antes de abordar esta columna. La razón: he reflexionado sobre la catástrofe aeronáutica de los Alpes y las motivaciones que se apuntan a su causa por parte del copiloto. Segundo, no he podido olvidar los primeros síntomas cuando tuve mi primera depresión hacia los veinte años antes de registrarme al servicio militar obligatorio. Y por último, he recordado la aportación al arte y la literatura de esta enfermedad.
Situemos primero la tragedia como una de las consecuencias de este sufrimiento humano en primera instancia.
Tragedia Social
El diario El País 24 marzo 2015– Un avión de la compañía Germanwings se estrelló hoy en el sur de Francia con 150 personas a bordo. El Airbus A320 despegó a las 10:01desde Barcelona con destino a Düsseldorf . Por causas que hasta ahora se desconocen, sin embargo, el avión abandonó la altura indicada al llegar a los Alpes un minuto después, y comenzó un descenso que duró ocho minutos hasta estrellarse en las montañas.
A día de hoy 28/3/2015 ya hay un posible culpable, Andreas Lubitz. Y una causa aparente pero no confirmada: una depresión escondida y no declarada a la empresa Lufthansa de este copiloto, posiblemente lo llevó a cometer un suicidio extendido. Han hablado la novia que lo había abandonado y afirma que sufría gravemente de esta enfermedad. Una amante provisional, una azafata que compartió varios vuelos con él, dijo que en más de una ocasión, él le había dicho que “haría algo que cambiaría el mundo y su nombre sería recordado”.
Por otra parte, el diario La Vanguardia dijo el jueves pasado: El Presidente catalán, Artur Mas, ha apuntado que “el accidente del Airbus 340, si se confirma la hipótesis, ha sido un crimen, en toda regla”. “Ahora hace falta que estemos al lado de las familias y amigos”. A continuación, se ha sumado al “llamamiento de las entidades de salud mental, porque no se puede asociar el accidente a la depresión.
Los familiares de las víctimas, van acudiendo al lugar del accidente. Un pequeño monolito cercano a la población Seyne-les-Alpes les permite iniciar el duelo. Otras depresiones, probablemente, se desencadenarán entre estas personas. No todas.Por supuesto. Unas serán tratadas apropiadamente bajo tratamiento psicológico. Y otras asumirán la realidad y el dolor interior vivido por la pérdida, como parte de la pertenencia a la especie humana a la que representamos.
Pero la depresión es una vivencia interior y necesita de un relato. Déjenme que les cuente un suceso particular que puede ilustrarles a grosso modo sobre cómo puede desencadenarse. Aceptando, desde un principio, la unicidad y rechazando la generalización.
La realidad depresiva
Es evidente que descarto globalizar el término por lo subjetivo y particular y voy a hablar de la mía. De mi realidad. Es decir, la realidad-depresiva que viví hace un tiempo. Cito. Año 1974. Barcelona. Estaba en el cine mirando Lucía, una película de Humberto Solás que habla de la evolución de la mujer a lo largo de la historia de Cuba. En una escena donde Lucía, bajo el delirio, recorre las calles repletas de barro mientras huye de la represión que vive su país, le digo a María José. “Vámonos…no puedo estar aquí”. A la salida de la filmoteca mi compañera me preguntó “¿Qué te ocurre? “ Y yo le contesté “No sé… me siento extraño…como si no estuviera en mí…no me siento yo… me falta el aire….como si hubiese un vacío en todo…creo que me voy a morir…Estoy muy asustado María José…Nunca había sentido lo que he sentido ahora…nunca”. A continuación, empezó un sollozo sin capacidad para detenerlo, y me abracé a ella con un sentimiento de impotencia. Así empezaron mis primeros síntomas. Estuve varios días encerrado en casa en, en un habitación semioscura, con temblores y un sentimiento extraño.
Durante la semana, llamé a mi antiguo profesor de Psicología de grupo de la escuela de Educación Especial donde había estudiado, el psiquiatra Joan Palet –en paz descanse-. Y al cabo de unos años, en busca de mí mismo y de las circunstancias que me llevaron a no saber quién era ni qué quería en la vida después de un largo viaje en bicicleta por la Península Ibérica, entré en el diván. Es decir, acepté el proceso psicoterapéutico de desbrozar lo que había empañado mi “realidad” vivida, desde el engaño y la fantasía hasta aquel momento. La famosa “cura”, desde el punto de vista psicoanalítico, consistió en no evadir el dolor cuando éste aparece ante circunstancias reales. Ni repudiar el gozo cuando, el mismo, sale de tu esfuerzo u acontece bajo los mismos parámetros de realidad justificada. En conclusión, había examinado durante cinco largos años de psicoanálisis dos realidades: la propiamente dicha “real” que sentaba las bases para vivir en plenitud. Y la “falsa realidad” creada a partir de un narciso interior que no paraba de mirarse al río de lo que soñaba ser, desde el lado imaginario y lo irreal. Un “yo” que me había llevado a una tercera realidad llamada: “realidad depresiva” donde todo a tu alrededor no tiene sentido, en ciertas épocas que dura la crisis, y que, en circunstancias extremas, te puede llevar hasta el propio acto del suicidio.
Aquí el papel de la depresión adopta un proceso de conformidad y resolución del conflicto por el cual un sujeto –yo en este caso- vive en su carne sus propios demonios, y desde la lenta bajada hacia el suelo del día a día, conquista su equilibrio vital.
Hablemos ahora de una vertiente de la depresión que ha dado resultados inimaginables cercanos a Dios o la propia muerte por su beldad y que están estrechamente ligados al campo de la literatura, el arte o a la propia filosofía.
Arte y Depresión
En La depresión y el proceso creativo el profesor Rodrigo Morales García de la Universidad Veracruzana, en su web Ciencia y Tecnología, cita a Aristóteles en el comienzo de su artículo en el conocido Problema XXX “¿Por qué razón todos aquellos que han sido hombres excepcionales en lo que concierne a la filosofía, la ciencia del Estado, la poesía o las artes son manifiestamente melancólicos?”. Aún no hay respuestas ciertas, ni concretas, ni científicas que corroboren una afirmación con la pregunta del filósofo griego.
Siempre me he preguntado qué es la Belleza. O con mejores palabras y más actualizadas en el contexto de hoy: “Qué es la experiencia estética”. Qué determina que alguien se detenga ante unos versos de un poeta maldito como Leopoldo María Panero Me palpo el pecho de pronto, nervioso, /y no siento un corazón./ No hay, no existe en nadie esa cosa que llaman corazón/sino quizá en el alcohol, /en esa sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo. Una tela como las de Turner, llena de neblina y delirio como El incendio de la cámara de los Lores 1935 o el estallido de un hundimiento como en El naufragio. Un título de un film como Amour de Michael Haneke o Melancholia de Lars Von Trier donde el dolor por amor y lo improbable adquieren valores de lo sublime. Una imagen desgarradora como las que plasmaba la fotógrafo Diane Arbus, en el Central Park Niño con una granada de juguete en la mano (N.Y 1962). Una melodía determinada como la que transmite Gustav Mahler en el Adagietto de su 5 sinfonía en manos de Von Karajan, por ejemplo. Un edificio desde la catástrofe como El anfiteatro romano de El Jem en Túnez. Un cuento como Las ruinas circulares que escribía Borges, Lo cierto es que el hombre gris besó el fango/…/se arrastró, mareado, ensangrentado hasta el recinto circular que corona un tigre/…/que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ejemplos claves y variados para entender el sentir poético, profundo, particular y trágico en el arte y la cultura. Algunos creadores se suicidaron como Diane Arbus….otros cayeron en la locura más extrema como Leopoldo María Panero. Unos pocos, como todos sabemos, sufrieron más de la cuenta para llegar a sus fines creativos como Mahler con sus problemas de corazón, o JL.Borges con su ceguera.
Bien hemos llegado al final. Este articulo no asume ninguna conclusión. Pero tiene como punto: objetivar. Es decir, no herir. Ni culpabilizar. Ni muchos menos elogiar una enfermedad por posibles vertientes que se puedan derivar desde la exaltación de lo creativo cuando se está bajo su efecto. Todos, posiblemente algunos de los que hoy están leyendo ahora este texto, han conocido desde su propia trayectoria o alrededor suyo, personas que han sufrido algún tipo de depresión en sus vidas. A ellos va dirigido este artículo; desde la esperanza y sin trampas “positivistas” o mesiánicas Pero con la convicción de que sí hay soluciones, no precisamente rápidas, pero si compartidas y útiles. Adaptadas a la realidad que ha vivido cada uno con sus contrariedades.
He coexistido con la depresión. Me he extasiado con los resultados estéticos de ciertos creadores bajo los efectos de esta enfermedad en ciertas ocasiones. Y, a la vez, me he entristecido y enrabiado porque alguien que negó su condición de enfermo, en pos de conseguir “sus sueños de grandeza” como Andreas Lubitz, puso a 150 personas a dormir para siempre en el paraíso de la Nada…sin duda es lo menos que pudiera decir un agnóstico como yo sobre el tema. Un recuerdo para ellas, las víctimas y a todos los que sufren. Sea cual sea su condición.
© All rights reserved Eduard Reboll
Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)
email: eduard.reboll@gmail.com