Dormía
el pulso en ralentí bajo la piel antártica
las manos en cruz sobre el pecho
como el escarabajo bocarriba de Szymborska
con esa sonrisa que ignora el devenir
los pies juntos, libres del acoso de sus huellas
Dormían las ramas, las hiedras, las amapolas
a pierna suelta, con desenfado silvestre
cien años, cien bosques, siempre
dormía el castillo sin el chistar de las puertas
ni el rubor de la estufa o el tic de las horas
Dormían los pajes, los reyes, el centinela
dormía su ansia en el fondo del pozo
Pero ese endiablado galope tronó en la calma
destejiendo telarañas hasta la última alcoba
besó la Poesía los labios inmóviles
y nunca más nadie pudo dormir.
Cuerpo opaco
Riego la sombra que crece en mi jardín
sus hojas morenas provocan al viento
besa su tallo el suelo humedecido.
No la sembré yo
acaso su semilla vino del sur
donde germinan más fértiles los espectros.
Qué feliz se ve bajo el alumbrado público
rendida su negrura a los dedos de la neblina
bailando un andarele con el agua del grifo.
Mis ojos se mecen en sus hojas
se duerme mi noción de estar despierta
olvido la sed del jardín
bebo la sombra de esa sombra que baila al viento
me sacio de tiniebla
soy la tiniebla que florece con el toque del agua.
Pero qué triste me mira
triste y sediento me mira el bambú
que se interpone en el sagrado cauce de la luz.
Me calzo los crampones
me enguanto me encordo
abotono la gana de romper el viento
hundo mi pie en la pared resbaladiza
llora el enlucido lágrimas de yeso
avanzo a la primera ventana
el cristal me retrata antes de retractarme
me aferro a la cuerda como péndulo de reloj
una queja se desmorona entre los escombros
que caen sobre los transeúntes
que alzan a ver mi contorsión ascendente
que alzo a ver en el cristal de la tercera ventana
repitiéndome en la retina del rascacielos
cierro los ojos para no repetirme en mi retina
resbalo medio metro no es nada
siento el vértigo aunque no el verdadero
oigo caballos de fuerza en el pavimento
aspiro demasiado aire demasiado poluto
recupero altura pierdo sudor en el quinto piso
mi quinto reflejo dice que soy un guiñapo agazapado
sonrío y saludo por si alguien dispara
incrusto las uñas en las rendijas
soporto la gravedad de la ley
no muy lejos no tan fría ni tan blanca está la cima
acampo un rato en la cornisa
la alfombra de Aladino se sacude en el piso dieciséis
su porquería llueve sobre mí en avalancha
evado el polvo en un balanceo suicida
soy un péndulo desbocado marcando las doce
me estabilizo estiro el brazo toco el aire
no hay más pendiente
solo una cima plana hecha de puro concreto.
Selección del poemario “Andinismo en la Azotea” (inédito)
© All rights reserved Sandra De la Torre Guarderas
Sandra De la Torre Guarderas nació en Quito, en enero de 1971. Estudió comunicaciones en University of Nothwestern, de St. Paul, Minnesota. En 1998, Integró el Taller Literario de Poetas Jóvenes de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, dirigido por Edwin Madrid. Más tarde ejerció su oficio en los talleres literarios de FLACSO Ecuador y Palacio (I)caza de Palabras de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Es guionista y realizadora audiovisual. Enseña las asignaturas de Guión de ficción y Producción dramática, a nivel superior. Su ópera prima en el género lírico, El hueco en el zapato, es Premio Paralelo Cero 2012. Es coautora del poemario infantil “Cuando cierro mis ojos”, 2013.