Yo soy un libro. Vivo entre libros. Ellos me hablan que no se ponen viejos. Yo no me pongo viejo, aunque los años hablan de mi. Los años hablan de todos, pero a los libros no les importa. Los libros no se frustran. Ellos lloran siempre a la misma hora. Ellos ven la luz cuando alguien los toca.
Sin embargo a mi, que no soy diferente, me ven como un extraño en una librería. Irónico. También hay libros irónicos.
Quizás no tenga código de barra. Quizás lleve muchos títulos. Quizás nadie me compre, y no sepan a que precio venderme. Quizás por eso no le agrade mucho a las señoras, y señores—ya están viejos—, que trabajan en esta librería.
Yo soy un libro y me debo donde están los libros. Aquí no hay enmendad. No hay replica: solo argumentos. Me visto con colores, casi nunca gris, blanco o negro. La portada de un libro es importante. También me valgo mucho por lo que contengo adentro, aunque la mayoría de las veces no soy tan simpático. Soy loco—es el adjetivo que más oigo.
Simpático fue lo que oí por estos días gracias al eco de la librería que no deja escuchar a los libros hablar:
—¿Quieres comprar ese libro?—hasta la que vende libro se sorprende, no por la venta de mis libros, pero que se venda un libro.
—¿Está a la venta?
—Me refería a que ese libro lo escribió aquel muchacho—de todos los libros, yo soy el único muchacho. Los que no son libros comen en el patio de la librería.
—No me gusta conocer a los escritores, acaban con sus propias historias.
—Solo que te lo firme.
—De seguro, gracias.
Los pasos de la muchacha se acercan con su taconeo en le piso de madera. El eco me regala el sonido de dos tacones por cada uno. Quisiera meterme en el hueco del libro que tengo en la mano. Pero entonces ella escogería otro, pero ya compro el mío. Además ella no es tan joven—entre más viejo, más cuesta cambiar. Los años retienen a la melancolía con más fuerza—. Yo no quiero dejar este lugar. Todo está bien como libro—apretado junto a su pecho; acabo de mirar por una rendija del ojo—. Todo también está bien cuando me recogen no importa si como libro o como muchacho.
No escucho los pasos, pero su figura tatúa de un gris los libros en mi frente. Espero pacientemente hasta que me toque el hombro o el lomo de mi libro.
© All rights reserved Jorge Santa Cruz
Jorge Santa Cruz es habanero. Graduado de periodismo en la Florida International University, escribe novelas de ficción (no lineares) tanto en español como en inglés. Su website es www.jscruz.me