Cuando miras el mar te sientes ave. Desde lejos ves los edificios y las luces de la ciudad, pero te gusta fundirte con la naturaleza, es lo que te da vida. No hay sensación que disfrutes más que esa, sintiéndote animal, metamorfoseándote con un pelícano mientras se te humedecen los ojos por el viento.
Esta noche el mar se ve más hermoso que nunca, a pesar de que hay tormenta y en el horizonte resplandecen las luces de los relámpagos como si fueran reflectores. Miro atentamente tu perfil y me doy cuenta que eres feliz, en tu rostro se dibuja una sonrisa perdida, mientras el viento te despeina y la mirada se te va en la lejanía.
Me están esperando en las profundidades, me dices, y respiras hondo cerrando los ojos. Yo no te hago caso.
¿Te imaginas todo lo que hay allá abajo, todo lo que tengo que conocer?
Me tomas de la mano y quieres llevarme al agua, pero te acuerdas que no me gusta el mar de noche y desistiendo de tu intención te dejas llevar por mí a la casa.
Delante del gran ventanal me atraes hacia ti y me besas. Es un beso dulce y largo. Luego corres la puerta de vidrio y una ráfaga de aire cálido entra como para quedarse y comienzas a desprenderme la camisa y el sujetador deslizando tus manos en caricias hasta dejarme inválida de fuerzas para resistirme.
Comienza a llover torrencialmente mientras nuestros cuerpos se enredan y bailan al compás de los truenos y relámpagos.
En el horizonte los rayos parten la noche y parecen salir del mar como si alguien los estuviese lanzando al infinito.
De repente me siento en la intemperie, como si la lluvia resbalara por mi cuerpo sin mojarme. Esa brisa que entró nos envuelve cálida y pegajosa, y tengo la impresión de estar con un lobo; con una ameba que me fagocita. Es sólo una fracción de segundo que esta sensación se hace tan vívida en mi piel…, al instante vuelves a ser tú mismo quien está conmigo, pero queda esa percepción rondando, envolviéndome.
El tiempo pasa rozándonos apenas; nuestras horas tienen más minutos, nuestros minutos tienen más segundos. Pierdo noción de lo que nos rodea y el aire se vuelve aún más etéreo.
Me tomas la cara entre tus manos y haces que te mire fijo a los ojos. Siento tu mirada hipnotizándome y me parece esta vez estar con una serpiente, una boa, y no puedo hacer nada pues se enrosca en mi cuerpo y me asfixia.
Respiro profundamente y toso, es ahí cuando la presión sede y otra vez eres tú el que me abraza.
Te levantas lentamente y caminas hacia el ventanal, desde allí me dices:
Cuando tengo los pies sobre la arena me siento vivo, y te quedas mirando el mar.
Acostada en el sofá, cierro los ojos y sonrío, un sopor me envuelve y mi conciencia se deja llevar por la somnolencia.
Sueño que vuelo sobre el mar arriba de un albatros gigante y soy feliz, hasta que se hace de noche y el pájaro trata de tirarme en las aguas oscuras. Me despierto con frío porque estoy desnuda y el ventanal sigue abierto. Te busco por la casa, te llamo, grito tu nombre pero no estás.
Camino hacia la ventana, está aclarando y no te veo, pero allí en la arena están las huellas de tus pies descalzos que siguen su rumbo derecho y finalmente se pierden en el agua.
Una tristeza profunda me invade ahora y me envuelve como nos envolvió esa brisa cálida y pegajosa la noche anterior, y pienso que tal vez, cuando pueda sentirme animal, cuando sienta igual que tú con los pies sobre la arena, ese día pueda encontrarte en las profundidades del mar.
© All rights reserved Alejandra Ferrazza
Alejandra Ferrazza. Nació en Buenos Aires, Argentina. Cursó los primeros años de Arquitectura y Urbanismo en la UBA (Universidad de Buenos Aires.) Actualmente reside en Miami. Cofundadora de Proyecto Setra, Inc. (organización sin fines de lucro dedicada a promover el arte y la literatura) y de la revista Nagari (Arte y Literatura). Codirige un Taller Creativo mensual en la librería Books & Books de Coral Gables desde el año 2004. Fue elegida para formar parte de la selección poética “La ciudad de la unidad posible” que se presentó en la Feria Internacional del libro en Miami en el 2009.