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enero 2025

PENUMBRA. Mary Carmen Aparicio

 

Amelia se despertó en la penumbra, el amanecer aún no entraba por sus pesadas cortinas.

Normalmente dejaba la luz encendida en el pasillo, por si necesitaban levantarse al baño o si hacía falta atender a José. La luz permaneció cortada como en muchas otras ciudades del país. Antes de dormir, su celular había perdido ya toda la carga de la pila. Lo dejó conectado con la esperanza de que pudiera cargarse, por si la luz volvía. Esa noche rezumada en desvelos, la pasó sumida en un sueño pesado. No se levantó, aunque hubiera querido permanecer despierta. A los setenta el cuerpo no siempre obedece a la razón.

Su primer impulso fue moverse rápido para ver cómo estaba José, tan rápido como su cuerpo de vieja le permitiera, pero la densidad del silencio le regresó a la cama. Su cuerpo pesado la volvió a sumir en la calidez de las cobijas, no notó el olor a viejo penetrado en su almohada. En esa duermevela comenzó a soñar de nuevo.

Había una fiesta y ella estaba ansiosa. Debería ser un día feliz, podía ver las flores, las mesas de los invitados, pero algo estaba fuera de lugar: no había nadie. La luz del día resplandecía en los manteles blancos. La loza y cubiertos en armonía con la finura de la escena: podía oler el suave aroma de las flores.

Las mesas dispuestas configuraban un arreglo perfectamente distribuido hacía la mesa principal. Caminó entre ellas, tratando de entender dónde estaban todos. Ausencia, Soledad, podía sentirla en todo su cuerpo, pero se manifestaba mayormente como un dolor en el pecho, un ronroneo de premonición ¿Dónde está José? Debía estar en algún lugar, pero ¿dónde? Se escuchó gritar su nombre en un sonido hueco, como si estuviera debajo del agua y alguien más lo pronunciara desde fuera, quería encontrar a quien lo decía, pero no había nadie ¡José! Su ansiedad iba en aumento.

Pensaba en todas las personas que deberían estar ahí. Los nombres de los invitados venían a su mente: Sofía, Enrique, Mónica, Javier, quizá alguien podría ayudarle a encontrarlo, tal vez su hermana ¿dónde estaban sus hijos? ¿Por qué su ausencia dolía incluso más? Más que la ausencia del día a día, más que el abandono cotidiano, en una rutina sin sentido ni motivación. La realidad vuelta color sepia se le mezclaba con el sueño, sin embargo, tenía la certeza de que lo importante era encontrar a José. Revolvió los manteles y hurgó debajo de las mesas, tiró las sillas a su paso, con una fuerza inusitada para su edad; se hirió las manos: gotas granate mancharon la tela blanca.  Su vestido se atoraba entre las cosas revueltas en el piso, la tela blanca se desgarraba entre las cosas tiradas y el pasto del jardín. Volvió a gritar su nombre.

En medio de ese grito gutural despertó. Su cuerpo reaccionaba ante la voz atorada en la garganta que traspasaba el sueño y se incrustaba en el amanecer.  La luz empezaba a delinear la ventana de su cuarto. Entonces se empezó a aclarar su mente.

La luz eléctrica no regresó anoche, no hubo alarmas que la despertaran, el pasillo permanecía a oscuras. No había voces de hijos cuidándoles el sueño, hace tiempo se habían ido. No se escuchaba el ronroneo del concentrador de oxígeno en el cuarto. Extendió su brazo buscando a José recorriendo una distancia que le pareció insalvable.

Tocó entonces una mano tiesa y fría. Amelia la apretó:

-Aquí estás José.

 

 

© All rigths reserved Mary Carmen Aparicio

 

Mary Carmen Aparicio es autora en la antología Luna Nueva sobre Babel con el cuento “Suerte” (2001). Más tarde, realizó una colaboración narrativa en la obra de teatro “Diógenes, Objetos Narrantes detrás de la puerta” (2016). Publicó en la revista Nagari de Miami el cuento “Leonardo” (2021). Publicó el  cuento “Cuándo volveré a la escuela” en la antología de pandemia de Trazos Urbanos (2021) Cuenta con estudios de maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en literatura por el ITESM (aaa). Su última novela “Un solo mar ” fue publicada por El Diván Negro (2021) en ella se tratan temas de maternidades diversasaa sobre las maternidades diferentes. Finalmente comparte con escritoras potosinas, un espacio en la antología Voces en el desierto (2003) de Letra Purpura.

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