En los vericuetos del ámbito editorial, un “erratum” se erige como una humilde voz latina, susurrando la confesión de un error inscrito en las páginas de una obra previa, ya sea un volumen encuadernado, un periódico impreso o una revista plegada. Esta palabra, casi como una letanía penitente, señala la detección de una imperfección en el texto impreso, ofreciendo una corrección o aclaración para enmendar el yerro. El propósito del “erratum” es restaurar la integridad del material publicado, asegurando que los lectores sean guiados por sendas de veracidad y precisión.
Es en este firmamento de rectificaciones y enmiendas donde la reciente colección de poesía de Eric Collazo Colón (1991) se asienta, inscribiéndose con el sello distinguido de la Colección Poesía Panhispánica bajo el cobijo de la editorial peruana Santa Rabia Poetry. Bajo el título sugerente de Erratum, este libro de versos parece emprender una exploración audaz de la noción misma de errores y correcciones, adentrándose en la búsqueda incesante de la verdad y la perfección en el arte de la expresión.
Mas, ¿qué se corrige en este juego de rectificaciones sino aquello que se nos antoja defectuoso, erróneo, imperfecto? El acto de corregir, entonces, se revela como un peregrinaje hacia la perfección, un ansia humana de alcanzar la divinidad que, según la voz de William Blake en sus “Proverbios del Infierno”, parece reservar el perdón como atributo divino, mientras que el error, en su vastedad, queda confinado al reino de lo humano.
La condición infernal del error no es mera casualidad, pues nos susurra el antiguo relato del Génesis que, como seres mortales, fuimos expulsados del Edén por nuestra osadía de probar del árbol de la vida y del conocimiento. En este relato primigenio, la búsqueda de saber, de conocer, se tiñe con la sombra de la desobediencia divina, revelando que el manto del saber no se nos fue tejido por manos divinas.
Así, el lenguaje se erige como un conjuro, un pacto sutil entre el humano y lo trascendente. En la estela de Ambrose Bierce y su obra magistral, El Diccionario del Diablo, Collazo Colón emprende un viaje similar, presentando ante nosotros una colección de definiciones, que van desde lo filosófico hasta lo humorístico y cáustico, un compendio que destila sabiduría y sarcasmo sobre una miríada de temas, desde lo político hasta lo moral, pasando por los entresijos de la sociedad y la naturaleza humana.
Por tanto, en esta danza de palabras y significados, asistimos a un festín de reflexiones, donde las líneas entre lo divino y lo humano se desdibujan, y donde el error mismo se revela como un eco de nuestra condición terrenal, una sombra que nos recuerda nuestra fragilidad y nuestra eterna lucha por la redención.
Collazo recurre a la misma reinvención de los significantes, porque eso es lo que hace un poeta: nombrar las realidad de una manera que es única, personal, y por ende, muchas veces lírica.
Un ejemplo del libro de Collazo dice así:
[Miedo]
Capacidad de supervivencia
Ante lo eterno.
Diría William Blake que “Lo eterno vive enamorado de la producción del tiempo”, una frase que resuena como un eco etéreo en el vasto escenario del pensamiento humano.
Es en esta tela de araña de significados donde el tiempo y el lenguaje entrelazan sus hilos, tejiendo una narrativa cósmica donde cada palabra es un destello de luz en la oscuridad del universo.
En Erratum, el lenguaje se convierte en el vehículo de una poesía minimalista, imbuida del espíritu del taoísmo, donde cada palabra es un puente hacia lo eterno. En la economía de sus versos, en su elocuencia silenciosa, reside una revelación profunda, un destilado de sabiduría que trasciende las fronteras del tiempo y el espacio.
Como un proverbio chino nos recuerda, la sabiduría no radica en el conocimiento acumulado, sino en la capacidad de saber cuándo callar, de escuchar el susurro del universo en la quietud de nuestro ser.
Erratum se levanta como un monumento a las posibilidades plásticas de la palabra, una exploración audaz de la multiplicidad del lenguaje y la singularidad de la experiencia humana. En su estructura fragmentaria, en su rechazo a los convencionalismos sociales, encontramos la voz de un poeta que se niega a ser encasillado, que busca afirmar su existencia en la urgencia de conectar con el mundo que lo rodea.
En este laberinto de palabras, donde la realidad se despliega en todas sus facetas, la lectura de Erratum se convierte en un acto de descubrimiento, un crujir de dientes que con cada página revela una nueva verdad, un nuevo matiz de la experiencia humana. Como en un collage de emociones y sensaciones, el lector es invitado a sumergirse en las profundidades del alma humana, a explorar los rincones más oscuros y luminosos de la existencia.
¿Y por qué un poemario que emula y parodia un diccionario? ¿Qué busca definir?
La contestación es clara: al poeta mismo.
En “[Fracaso]”, Collazo dice:
Deseo romper lo que veo en el espejo cada mañana
Y las máscaras que me pongo para disfrazarle
El poema que continua la idea, comienza preguntándose:
Are you a failure?
` …
Sé que no soy perfecto
Si miro al espejo y es más lo que detesto
Que lo que dejaría; si hubiera estado en mí
El escoger cada pieza del puzzle corpóreo
Que me forma…
Si pensamos que «no fallar» es tener éxito, ¿acaso no es el éxito la tiranía que rige en nuestra vida?
En su “Diccionario del Diablo”, Ambrose Bierce arroja luz sobre el concepto del éxito, definiéndolo como “el único pecado imperdonable contra el prójimo”. ¿Acaso pronunciar la frase “soy feliz” no es más que una manera de traducir en palabras lo que a menudo se espera de nosotros? ¿No nos vemos tentados a afirmar, como si fuera un corolario de Descartes, “Tengo dinero; por tanto, soy feliz”? ¿No es esto similar a decir “Pienso, luego existo”? ¿O incluso, “Hago lo que se me pide, por tanto, soy obediente”?
Y, ¿no implica obedecer otorgar poder a quien, en realidad, no lo posee, sino que lo hemos cedido?
Por ello, es natural que tengamos el derecho a fallar, a sentirnos fatigados, a admitir que hoy no ha sido un buen día y que nada grave ha ocurrido. Es el consejo de Beckett: “Fracasa. Y la próxima vez, fracasa mejor”. Esta reflexión de Collazo detiene su mirada en la imperfecta condición humana y su relación con los errores y las fallas, demostrando que estos aspectos también contribuyen a la riqueza de la experiencia humana y la creatividad artística.
La corrección propuesta por Collazo es eminentemente emocional. Su obra explora el proceso de autocorrección emocional y psicológica, aunque no se presenta como una guía de supervivencia, sino más bien como un testimonio de aceptación. Observemos los títulos que nos presenta y el orden en que los menciona: “fracaso”, “ego”, “traumas”, “T.O.C.”, “máscaras”, “miedo”, “olvido”. En ellos encontramos un código, un algoritmo que conduce a otro tipo de conocimiento, respaldando la afirmación previa de Byung Chul Han: “Quien fracasa en la sociedad del rendimiento se hace responsable de sí mismo y se avergüenza, en lugar de cuestionar a la sociedad o al sistema”.
Tampoco es mera casualidad que Eric Collazo haya optado por adoptar la estructura formal de un diccionario, una forma de autoridad y corrección, para dar forma a su poemario, donde los signos de puntuación son los primeros en caer. En realidad, no hay nada que corregir.
Al final, Erratum es también una búsqueda de la verdad y la claridad interior a través de algo tan ambiguo y arbitrario como el lenguaje. La expresión artística, al igual que la vida, es un proceso continuo de revisión y corrección, donde cada obra es un intento de capturar la verdad o la belleza, aunque nunca se logre por completo.
Es un viaje.
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Elidio La Torre Lagares es poeta, ensayista y narrador. Ha publicado un libro de cuentos, Septiembre (Editorial Cultural, 2000), premiada por el Pen Club de Puerto Rico como uno de los mejores libros de ese año, y dos novelas también premiadas por la misma organización: Historia de un dios pequeño (Plaza Mayor, 2001) y Gracia (Oveja Negra, 2004). Además, ha publicado los siguientes poemarios: Embudo: poemas de fin de siglo (1994), Cuerpos sin sombras (Isla Negra Editores, 1998), Cáliz (2004). El éxito de su poesía se consolida con la publicación de Vicios de construcción (2008), libro que ha gozado del favor crítico y comercial.
En el 2007 recibió el galardón Gran Premio Nuevas Letras, otorgado por la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico, y en marzo de 2008 recibió el Primer Premio de Poesía Julia de Burgos, auspiciado por la Fundación Nilita Vientós Gastón, por el libro Ensayo del vuelo.
En la actualidad es profesor de Literatura y Creación Literaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha colaborado con el periódico El Nuevo Día, La Jornada de México y es columnista de la revista de cultura hispanoamericana Otro Lunes.