a estas alturas
otra noche en vela
repasando fotos de antes
pensando que me curaré
si doblo las camisas
que quizá alguna vez fueron mías
de acuerdo
alguna vez lo fueron
me aburro viéndome contar los años
tratando de rescatar al que llevaba mi ropa
tomando las pastillas
para ir a saltar a la playa
a estas alturas ya no merece la pena
clasificar el amor o la desgracia
ambos esparcidos por las esquinas
de la casa
y también de las otras casas
en las que ya no vivo
qué hacemos ahora
con el resto de las noches
y de las playas
de las otras casas
ya mejor no hablar
no nos queda mucho
dejar la medicación
la ropa
los retratos inmóviles
y buscarnos en otros lugares
absurdos y equivocados
tal vez por eso me encuentras
una y otra vez
desearte
casi no me ha dado ni tiempo a desearte
buen viaje
cerraste tu maleta de golosinas
y saltaste al otro lado del andén
volando por encima de los meses
y de diccionarios generalistas
esto es lo que me queda
las noticias absurdas del mundo
una maleta llena de dibujos
y esta cita de caramelos
en una sala de espera
sin anuncio alguno de destino
al otro lado de las vías
yo me empeñé en mostrarte
desastres e inconvenientes
para que no perdieras tiempo
tratando de adivinar secretos
estúpidamente ocultos por mi parte
y poder disponer así
de todas las tardes del día
para contarnos los dedos
y es que
amor
no sé muy bien qué hacer
con los nombres que les puse a los tuyos
el otro atlas
creo que aquello es una isla
seguro que allí hay alguien
que hable mi idioma
y observe el mar
por si llega un náufrago
a la hora de la cena
hay que lanzar los botes
dejar la comida en la mesa
y preparar las palabras
que nadie muera
en medio del mar
y del silencio
después
nos contaremos historias
de continentes
que hemos conocido
con otros nombres
y de personas
que no vienen
en los atlas
siempre dicen
que en el mar hay islas
porque aquello
es una isla
¿no?
en tu pelo
salí hace unas horas sin mirar el depósito
ni el punto de destino
al fin y al cabo ya he estado allí
conozco las curvas los moteles
algunos de ellos he decidido olvidarlos
no me ha costado mucho
veinte años atrás una mano al volante
la otra en ella
y entre nosotros sólo la línea insegura del mar
la única certeza para gente como ella y yo
– y ahora como yo –
que te abre la vida sin mirar la hora
¿o es que hay que ir a algún sitio?
quizás debí haber salido antes
elegido otras rutas
¿a qué viene eso de dejar todo atrás ahora?
pero me enamoré de las curvas
de los kilómetros
de verla reír
con una cerveza en la mano
y la otra en mi pelo
sí seguramente debí haber hecho casa
en otros moteles a los que fui
sólo porque se veía un mar
lleno de criaturas inseguras
como ella y yo
puede que algo mío haya estado siempre ahí
a kilómetros o centímetros de ella
sin decisiones ni certezas pendientes
por fin
puede que sólo sea eso
algunas noches me asalta
una frase de esas que llega
y te jode la cara sin palabras exactas
un arañazo que no ves venir
pero yo también soy así
de joder sin exactitud
y vivir en la aproximación
de dar golpes fallidos
con las manos rotas
si me rindo tampoco sucede nada
o al menos nada distinto
tan sólo un día más
con los pies pesados y exactos
quizás no todo esté maldito en mi vida
puede que sólo sea eso
que no lo he sabido hasta ahora
© All rights reserved Miguel Rodríguez Otero
Miguel Rodríguez Otero es profesor en programas de ELT y reside en un pueblito de Galicia. Es autor de la colección de relatos La mujer que huele a café y de El lugar del Norte.