El sello estadounidense Élitro Editorial del Proyecto Zompopos publicó este interesante poemario del autor nacido en Santo Domingo en 1968 y residente en los EE.UU. desde 1985, con prólogo de José Kozer.
Cuarenta y nueve haikus, escritos al modo tradicional de este estilo poético de origen japonés y divididos en cuatro secciones –Agua, Naturaleza, Vida y Escritura– componen Como el agua (1), un más que interesante poemario venido de la pluma de Keiselim Montás.
En su rígida métrica -el haiku exige constar de solo tres versos, un total de diecisiete sílabas divididas en cinco para el primero, siete para el segundo y cinco más para el final- impone al autor occidental mucho más que la adaptación a un modelo de síntesis conceptual; de hecho, dentro de nuestra cultura tenemos formalidades poéticas tanto o más complicadas que las propias de este tipo de poema breve venido del Lejano Oriente. El problema es otro, que no radica en la forma, aunque está intrínsecamente relacionado con ésta.
Señala acertadamente el gran poeta y ensayista mexicano Octavio Irineo Paz Lozano (1914-1998) (2), refiriéndose precisamente a Matsuo Basho (1644- 1694), uno de los maestros nipones de este tipo tan especial de composición, junto con Kobayashi Issa (1763-1827), Yosa Buson (1716-1784) y Masaoka Shiki (1867-1902), que: “el haiku es un organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga al poeta a significar mucho diciendo lo mínimo. Desde un punto de vista formal el haiku se divide en dos partes. Una da la condición general y la ubicación temporal y espacial del poema (otoño o primavera, mediodía o atardecer, un árbol o una roca, la luna, un ruiseñor); la otra, relampagueante, debe contener un elemento activo. Una es descriptiva y casi enunciativa; la otra, inesperada. La percepción poética surge del choque entre ambas. (…) Arte no intelectual, siempre concreto y antiliterario, el haiku es una pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad aparente”.
Un poeta de Occidente, suficientemente adiestrado en el uso certero de la métrica, puede con bastante facilidad labrar tres versos que respondan a la apariencia formal de un haiku; lo que resulta mucho más difícil -y para cierta crítica especializada, imposible de lograr para un creador nacido al oeste de Greenwich- es alcanzar a plasmar en esas 17 escasas sílabas lo enunciado por Paz, esa percepción poética surgida del choque entre lo descriptivo y el inesperado relámpago que hace estallar las apariencias de la realidad.
Quien esto escribe ha leído muchos intentos occidentales de alcanzar la irrupción de la esencia del haikujaponés en su formalidad sí lograda… pero no conceptualmente alcanzada. En ocasiones la aproximación es casi feliz pero eso sucede muy pocas veces, aunque los remedos del haiku estuvieron de moda durante los 80 y 90 en la Argentina.
La prueba de fuego al abrir las páginas de Como el agua, es justamente comprobar si el poeta nacido en Santo Domingo y residente en los Estados Unidos logró el shock, el insight imprescindible que debe despertar en el lector la lectura de sus piezas.
Es admirable poder decir que sí. Sobre la base de una aguda observación de la naturaleza, Montás logra la fusión entre el observador y lo observado, convirtiendo cada una de sus 49 piezas en un estallido de las aparentes diferencias entre uno y otro, para integrar ambos campos en uno solo y mayor, el conjunto de lo universal donde se suspende por un instante -como en el koan zen (3)- el arbitraje de las diferencias y el velo de lo separado.
Atravesados por una casi uniforme belleza, extraña y cautivante a la vez, detenida en su sencilla forma, los cuarenta y nueve haikus que sus lectores le debemos a Montás nos hablan de un logro parejo en lo formal y lo conceptual, si es que este último adjetivo puede aplicarse -a falta de uno más ajustado al genuino sentido de cada pieza- con alguna propiedad. Debemos hablar mejor de la plasmación en palabras de lo inefable, aquello que no posee abordaje desde el lenguaje, meta final de la poesía tanto de Oriente como de Occidente, aunque siempre procuraron hacerlo y continúan intentándolo por caminos diferentes a lo largo de toda su historia.
El autor
Keiselim Montás nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1968. Desde 1985 vive en EE.UU., donde terminó sus estudios secundarios e hizo una licenciatura y una maestría en lengua y literatura castellanas. Además de publicar poemas sueltos, fotos, cuentos, ensayos y entrevistas en revistas literarias, ha publicado: Pequeños Poemas Diurnos, (poemas, plaquette, New York,1992 y 2005); Amor de ciudad grande (poemas, New York, 2006); Reminiscencias (Premio Letras de Ultramar 2006, cuentos, Santo Domingo, 2007); Allá (diario del transtierro) (poemas, New York-New Hampshire, 2012 y versión digital 2013). Sus poemas y cuentos aparecen en antologías tale como: Viajeros del rocío (25 narradores dominicanos que escriben desde el extranjero), Santo Domingo, 2008; Nostalgias de Arena (escritores de las comunidades dominicanas en los Estados Unidos), Santo Domingo, 2011; Shortstop microrrelatos de béisbol dominicano, Letra Negra, Ediciones Ferilibro (Guatemala, 2014). Primer lugar en el XIX Concurso de Cuentos Radio Santa María 2012, La Vega, República Dominicana, con “Sin lágrimas”; Segundo lugar en el Premio de Cuento Juan Bosch (FUNGLODE/GFDD 2014), con “Serás para mí”. En la actualidad vive en New Hampshire y trabaja en Dartmouth College donde ha desempeñado la función de Faculty Fellow, además de su cargo permanente como Director Asociado del Departamento de Seguridad. Ha trabajado en el sector de la seguridad pública por más de 25 años, mayormente en el área de educación universitaria. Blog del autor: http://keiselimamontas.blogspot.com
NOTAS
(1) Élitro Editorial del Proyecto Zompopos, prólogo de José Kozer, ISBN 978-0-9788597-1-8, 64 pp., New York- New Hampshire, 2016. http://editorialzompopos.blogspot.com/
(2) Paz, Octavio. Tres momentos de la literatura japonesa, en Las peras del olmo, Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1957.
(3) En el budismo zen, el koan es un método empleado por el maestro para llevar al discípulo más allá de los estrechos límites del razonamiento lógico y permitirle acceder al universo de la intuición y la percepción directa de lo real. Consiste en una frase -puede ser una afirmación o bien una pregunta, así como también un corto diálogo o un brevísimo relato- tendiente a alcanzar ese objetivo.
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Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay.