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Julio 2023

POESÍA. Xalbador García

“Y apenas digo

es real,

se disipa”

Octavio Paz

 

Más que un idioma la poesía es una piel. Se palpa y se siente. Se vive, se acaricia o, por el contrario, nos es ajena. No hay discurso más radical que la poesía, donde los puntos intermedios desaparecen. La palabra poética se asume como propia o se repele. Pero cuando se ha logrado tener la palabra poética en la boca, percibir cómo va creciendo entre la lengua, mirarla alejarse por el viento y saborear sus residuos entre los dientes ya no hay regreso. “Tembló el mar como una golondrina cuando por fin comprendimos que no podíamos hacer otra cosa que vivir”, escribe Ana María Moix.

 

La poesía es un sembradío de dudas. “¿Qué ojos ven la noche? ¿Qué ojos son la noche?”, pregunta Pere Gimferrer. Como cuando amamos, no hay certezas en la poesía, sólo sugerencias. Llegamos a la poesía buscando el idioma del dolor. Escribo “para los que saben con amargura/ que de la mujer que quieren les queda/ nada más que un clavo fijo en la espalda/ y algo tenue y acre, como el aroma/ que guarda el revés de un guante olvidado”, expresa Rubén Bonifaz Nuño.

 

Llegamos a la poesía procurando saciar nuestro deseo de compañía. Eduardo Lizalde lo dice extraordinariamente: “No me importa que sea falso:/ cuando tú quieras verme unos minutos,/ vive conmigo para siempre”. Llegamos a la poesía para conocer el lenguaje oculto del lenguaje mismo. “Tu garganta donde la vida se anuda como un fruto que se puede morder” (Tomás Segovia dixit).

 

Hay que leer la poesía como se hace el amor. Sin rastro del pasado, con necesidad de misericordia. Buscando las huellas del mundo en un cuerpo desnudo tatuado con promesas de amaneceres sin soledad. Como en el amor, hay que ensuciarse las manos y la boca con la poesía. No hay pasión sin malicia, no hay poesía sin guiños del abismo.

 

Porque en ocasiones también llegamos a la poesía por compasión, por esa necesidad que nace a las 3:10 de la madrugada y nos exige ser honestos, brindar la palabra sin huellas de máscaras, decirlo como se nombran las cosas apenas perceptibles.

 

Y no jugar al ocultamiento de nuestras diferencias y acaso virtudes y poder llevarse el encabronamiento a la boca y hacer de la poesía el camino idóneo para vernos a los ojos y por fin reconocer la sombra frente al espejo, así como lo escribe Ricardo Castillo:

 

 

Hoy podría decir que me duele el corazón de tristeza.

Pero sería falso

y prefiero no involucrar al corazón en falsedades.

La verdad es que sí estoy triste.

Marchito como un nomeolvides

guardado entre las páginas de un libro de edición del 54.

La verdad es que tengo un dolor de agujas en cada pupila,

que la tristeza no me duele en el corazón

sino en los testículos.

No me apena confesar

que es ahí donde radica mi alma.

 

 

 

© All rights reserved Xalbador Garcia

XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).

Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años. 
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.

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