Lo que sucedió esa mañana era un mal augurio. Se habían robado la laptop de Miriam. Los cristales de su coche intactos y las cerraduras sin forzar. Miriam llamaba a su madre, entre lágrimas. No tenía respaldo de las fotos de los últimos dos años. Una vez que colgó traté de convencerla de que yo le compraría una nueva. Velo como tu regalo adelantado de cumpleaños, le dije. Sin duda eso me aliviaría un poco. Le serví un vaso de agua y noté que mi mano temblaba. Yo era el que había olvidado ponerle seguro al auto pero Miriam no podía saberlo.
Dijo que no quería conducir en ese momento y pedí un uber. Los sillones del consultorio eran de lo más relajantes. Pensé en comprar uno igual para la casa. La media hora de retraso del doctor se pasó rápido. Nos recibió con una sonrisa y nos pidió que lo esperáramos en lo que traía el expediente. Volvió y recostó a Miriam. Nos preguntó si ya habíamos pensado en un nombre y la verdad era que no lo habíamos acordado. Sin dudarlo, Miriam le respondió que se llamaría como ella. Cuando vimos a la pequeña Miriam en la pantalla no pude contener las lágrimas. Llegando a casa les envié las fotos a mis padres.
Unas semanas antes de la fecha de parto, el médico nos explicó algo que sigo sin comprender: tendríamos que esperar para ser padres. Esas fueron sus palabras. Lo primero en lo que pensé fueron en los regalos del baby shower, todas las veces que Miriam se tomó su temperatura los días fértiles. Siquiera si deseábamos tener otro bebé. Nos explicó que a veces eso pasa, que no se puede hacer cirugía, que simplemente hay que esperar.
Pasaron los días y Miriam y yo nos encontrábamos cada vez más nerviosos. Llevaba nueve meses y medio. La bebé debía estar enorme, pero seguíamos sin indicios de que el parto llegara.
Los meses que pidió en el trabajo se agotaron y Miriam no supo cómo explicar otro permiso de maternidad. Su jefe no se lo dio, así que Miriam dejó su trabajo; la bebé podía llegar en cualquier momento.
Miriam ha empezado a tomar, dice que la bebé no quiere conocernos, por eso no nace.
Tras 16 meses de embarazo nos hemos hecho una rutina: preparamos el té, comemos algo de queso y jamón serrano, vemos una serie en Netflix y esperamos la llegada de nuestra hija.
* Texto del libro La descomposición de las cosas, volumen de cuentos cortos con el que debuta el autor, publicado por Crisálida Ediciones.
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Andrés Rendón (San Luis Potosí, 1998). Escribe cuento y edita. Sus textos han aparecido en diferentes revistas literarias independientes como Huraño, Granuja, Larvaria, Escrófula, entre otras. Actualmente estudia en la facultad de medicina de la UASLP.