Paquito D’ Rivera y su Chevrolet Bell Air, el mismo modelo, año y color que tenía mi padre, QEPD.
Si en alguna ocasión utópica tuviéramos las condiciones idóneas para nominar a un individuo capaz de ser embajador cultural de la isla de Cuba en los países del mundo, Paquito D’ Rivera ganaría una votación alta y entusiasta. Este excelente y multifacético creador sobrepasaría cualquier número de requisitos imaginables para asumir un cargo de esa envergadura. Por supuesto, la idea les parecería a ustedes absurda, pero adelanto que estoy dispuesto a defender mi bien intencionada propuesta y a desafiar cualquier oposición. Me honra tenerlo no sólo entre mis músicos predilectos, sino también entre mis personas favoritas, y no me cabe duda de que muy pocos lo igualan en talento, educación, disciplina, dedicación y postura intachable frente a la realidad actual en su país de origen: todo esto acompañado de una personalidad y simpatía fuera de serie. Agradezco profundamente la oportunidad que me brinda de tenerlo entre los colaboradores en mi proyecto.
1 Paquito, no necesitas presentación y andas rebosado de reconocimientos desde todas las esquinas del globo. Por lo tanto, ahorro mi tinta, que ya de por sí está muy cara y salto a las preguntas. Hay un personaje quizás poco conocido en acercamientos historiográficos dentro y fuera de la isla. Sin embargo, su apellido es común en cualquiera de los textos biográficos tuyos escritos por terceros. Agradecido por esta entrevista, me gustaría empezar pidiéndote que profundices un poco en tu convivencia con él. Su nombre es Tito Rivera.
—Francisco Lorenzo “Tito” Rivera era mi padre, saxofonista tenor que desde muy jovencito se hartó de trabajar en una imprenta cargando tipos de plomo y se las arregló para comprar un saxofón alto y tomar clases hasta graduarse de solfeo, teoría e instrumento en el conservatorio de Guanabacoa. Con el tiempo se convirtió en un saxofonista clásico, quien junto a Vicente Viana y otros jóvenes entusiastas de la época fundó el Conjunto Sinfónico de saxofones de La Habana e importó desde Francia el sistema de estudios del Conservatorio de París.
Amor e intereses compartidos: Tito y Paquito.
2 Entonces la pasión por los instrumentos de caña empezó muy temprano y como todo esto es parte de tu formación, recuerdo, sin restarle méritos a la labor de la actual entidad, que aquel conservatorio en Guanabacoa cambió de nombre y lugar, lo cual me da pie para mi próxima pregunta. ¿Qué universo musical en el ambiente cotidiano invadía la sensibilidad y el talento en ciernes de aquel muchacho criado en el Municipio de Marianao en La Habana? ¿Qué cosas recuerdas de la cotidianidad del barrio en tus años mozos? ¿Qué escuchabas en la radio? ¿Qué peculiaridades recuerdas de tu formación primaria en la música?
—Mi padre se había licenciado de la banda de la infantería después de 22 años de servicio y estudiaba 26 horas al día. También tenía una pequeña oficinita que se dedicaba a importar instrumentos y accesorios musicales, y cuando cumplí 5 años me regaló un saxofón soprano Selmer que ordenó de París. Como todos los chicos de mi edad, mataperreaba con ellos en el barrio, volábamos papalotes, jugábamos a los vaqueros y compartía la escolaridad con las clases de música que recibía de mi padre y después en el conservatorio Caturla de Marianao. Maura, mi madre, era modista y escuchaba novelas y música tradicional cubana en la radio, y nosotros CMBF, que era la emisora de música clásica. Eso además de los discos de jazz y música clásica que oíamos en el tocadiscos Silvertone “de maletica” que había en casa. Mi viejo no tenía, o no creía tener talento para improvisar, pero amaba las orquestas de Benny Goodman, Ellington y Artie Shaw, así que crecí nadando en dos (o más) aguas. Tito era también un ávido lector y escribía unas cartas bellas a sus amigos y a mi madre cuando ella tuvo que emigrar del paraíso castrista antes que él con mi hermana pequeña. Tenía una pequeña pero variada biblioteca donde leíamos autores que iban desde Emilio Salgari, Verne, Vargas Vila y Stefan Sweig hasta Eudocio Ravines, Salvador de Madariaga y Blasco Ibáñez. Esto estimuló mi afición futura por la escritura.
3 Me place escuchar este otro aspecto cultural que tan estrechamente te une a tu padre. Tus palabras confirman tu pasión por la escritura, afición que evidencia la publicación de dos libros de tu autoría que conozco muy bien y que usualmente visito con fruición. Me refiero a Mi vida Saxual, del que hace unos años leí unos dos fragmentos en el aire, al presentar un segmento con dos piezas de un disco tuyo, cuando yo trabajaba en la radio. El otro libro: Ser o no ser: esa es la jodienda, me ha dispensado sólidos momentos de risa; es un regalo que no tiene precio. Pero volvamos al tema: me gustaría saber, y me consta que no estoy solo en esto, cuáles fueron las circunstancias que tocaron a tu puerta y se fueron incorporando en la trayectoria de tus estudios formales en el campo de la música y estrecha amistad con la familia de los instrumentos de caña.
Portadas de dos de los libros publicados por Paquito D’ Rivera.
—El saxofón soprano, más tarde el alto y como a los 10 años el clarinete, fueron los instrumentos que tuve más cerca y como que se me “pegaron” solos. Después en el conservatorio y con algunos amigos de mi padre fueron llegando los estudios de armonía, orquestación et al. Entre esos sabios amigos y maestros estaban Félix Guerrero, Enrique Pardo, Armando Romeu, Rafael Ortega y Pucho Escalante, quienes tan generosamente me mostraron un vasto mundo de conocimientos que me sirvieron hasta hoy en mi ya larga carrera.
4 Precisamente, aparte del dominio absoluto de estos instrumentos que te acompañan en tus aventuras, combinas con maestría exquisita los intervalos melódicos, la sincronización matemática de los ritmos y el juego sonoro del contrapunto [tanto el clásico como el moderno]. Lo has demostrado en conciertos y grabaciones, que no son pocas. Se ha reconocido oficialmente este elemento en la estructuración de tus interpretaciones, composiciones y arreglos “inclusivos” de componentes de otros elementos, a veces foráneos. Por suerte para mí, todo esto me llega de forma clara y ordenada, aún en los sincopados más complicados. Consciente de que mi pregunta se aventura en terrenos que podrían ser nebulosos para algunos, me gustaría conocer tu percepción de este detalle a la hora de sentarte a componer, arreglar o “mezclar” en tu mesa de trabajo.
—Mi formación ha sido tan ecléctica como mi vida misma. Así toco y así compongo música o textos, que son una mezcla de estilos, vivencias, insaciable curiosidad y géneros diversos. Alegrías y tristezas se mezclan en un potaje medio Chaplinesco, pero donde el amor por los animales y un irreverente sentido del humor nunca anda demasiado lejos. El sarcasmo y el chiste burlón y a veces hiriente están permanentemente en alerta para atacar, sobretodo cuando con tanta frecuencia aparece alguien pretendiendo defender lo indefendible.
Sección generacional del grupo IRAKERE, dirigido por Chucho Valdés (piano), Oscar Valdés (tambores afrocubanos y voz), Carlos del Puerto (contrabajo, bajo eléctrico), Paquito D’ Rivera (saxo alto, tenor, flauta y clarinete), Arturo Sandoval [trompeta), Carlos Averhoff (saxo tenor, soprano, flauta y clarinete bajo), Jorge Varona (trompeta, trombón y percusión), Carlos Emilio Morales (guitarra), Bernardo García (batería y tambores batá), Jorge Alfonso “El Niño” (tambores batá), Enrique Plá (batería) y Carlos Barbón (güiro, chekeré y pandereta).
5 Créeme que te comprendo… y ya que mencionas lo ecléctico, no sólo en la música, sino en las impresiones que el panorama de las cosas que ves como ser pensante —y me consta que sabes que no todos lo son— van marcando tu itinerario existencial. Por más que algunos de sus representantes quieran disimularlo, el “sincretismo” es un proceso obligado en el desarrollo de los pueblos. Este desarrollo, vasto en muchos aspectos, como la lengua, la familia, las comidas, el comportamiento social, etc., es particularmente importante, para conocer la presencia de Cuba en el conglomerado global. De hecho, ya es tema obligado en los estudios humanísticos de universidades importantes del mundo, en cuyos currículos se pasean apellidos como Martí, Ortiz, Lecuona, Cervantes, Loinaz, Carpentier, Mañach, Brower, Lezama Lima, etc. ¿Qué opinión tienes de esta percepción?
—El cubano es “sincrético” por naturaleza, y la influencia de esos ilustres compatriotas que mencionas —además de muchos más—, es una prueba de la presencia y relevancia de nuestra cultura en la escena mundial de todos los tiempos. Y eso sin hablar de deportistas, políticos, religiosos y científicos.
Fin Parte I.
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.
Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y prosa poética para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Eka Magazine y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de «Enfoque Nacional», «Panorama Hispano» y «Latin American News Service» en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Es miembro de Academia.edu, National Collegiate Hispanic Honor Society [Sigma Delta Pi], Modern Language Association [MLA], y Florida Foreign Language Association [FFLA]. Es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011, CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, Authorhouse, agosto de 2015, CUANDO EL VIENTO ES AMIGO, iUniverse, abril del 2019, DOSSIER HOMENAJE A LILLIAM MORO, Editorial Dos Islas, marzo del 2021, y DE AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, Editorial Dos Islas, enero del 2022. Les da los toques finales a dos próximos libros: ENCUENTROS A LA CARTA, entrevistas y conversaciones en ciernes, y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.