Aparte de alguna intervención en algunas «ferias de las flores» en mis años de estudiante, en realidad no tengo experiencia en este tipo de actividad. Sin embargo, aprecio el entusiasmo que despliegas en la creación y participación de eventos públicos donde la poesía es protagonista. ¿Cómo describes la conexión entre festivales de poesía y la afición a la escritura que tú tan eficazmente fusionas?
Nuestros males no son sólo económicos, como se insiste una y otra vez desde las posturas anquilosadas del estalinismo del mercader, siendo la visión que emerge de las corporaciones y que propagan los apologistas de los números que hacen de la economía —las abstracciones, las «leyes del mercado»— la imposición que totaliza, sí o sí, la realidad, como el evangelio unilateral de una sola doctrina que encubre las cosas. Posturas que acuerpan-construyen, institucionalizan el mundo de la usura, la gula, lo mezquino, que acumula y acumula sin sentido, confundiendo libertad con indiferencia, mezclando el miedo ancestral que yace en nosotros-nosotras, cuando nos desplazábamos huyendo de no perecer, alejándonos de la carencia, del hambre, el peligro y la necesidad, con la avaricia del fin que justifica los medios y nada importa, que se une al vaciamiento de los lenguajes, a la caducidad de las instituciones.
Los males contemporáneos tienen que ver con el sentido que le damos a las cosas; con la razón de ser que justifique el estar y permanecer —el vivir;— con el sentido y el para qué de la convivencia, con el contenido mohoso de las democracias y la relación del nosotros-nosotras; con la caducidad de un paradigma —un modelo, una cultura, unos símbolos, un lenguaje, una construcción del mundo— sin capacidad ni respuesta al cambio necesario, que varíe la relación misógina-odio que ordena las jerarquías sociales, el barbarismo que subyace en la lógica que hace de lo masculino el modelo que supedita a las mujeres —a todos-todas-todes–— a un ideal de «persona-bestia-hombre».
Podríamos señalar otros tantos factores y enumerar los porqué de estas condiciones, el por qué y el cómo de las máscaras que maquillan y transfiguran la barbarie, que de pronto, podríamos decir, nos obliga o nace ahí, en ese contexto de corrosión, el organizar encuentros literarios, como es el caso de los Festivales de poesía (En el lugar de los Escudos o Del Norte-Poesía en tránsito) que conllevan, en su substrato, enfrentar el diálogo de sordos que se impone, que mientras no ocurra otra cosa, nos condena al hacinamiento, al individualismo acérrimo, a la contemporaneidad banalizada en el ruido, el entretenimiento, en el soliloquio.
Pero hay otras razones también que complementan este contexto y este hacer: el encuentro. Encontrarse-encontrarnos, a través de las manifestaciones artísticas, puesto que la poesía o el teatro, son lugares de comunión: de vernos y palparnos, de sentirnos en nuestra orfandad, de reconocernos, de consolarnos, de comprender que el otro-otra, somos nosotras-nosotros.
Corroborando con estos últimos conceptos, y sumándome a esa línea de comunión a que tan fervientemente apelas, me tomo la libertad de agregar algunos ya expresados en más de una ocasión en mi columna. Efectivamente, la globalización y otros fenómenos contemporáneos hacen madeja de ciertos elementos que en la praxis nos alejan del concepto mundanista que busca mejor intercambio y convivencia con los fértiles y múltiples componentes de nuestra conglomeración humana. La increíble rapidez con que los nuevos descubrimientos o las nuevas invenciones especializadas se han impulsado nos ha regalado muy buenos logros, pero también muchos cambios dañinos… otros francamente peligrosos. La incursión, tanto cultural como económica en la variabilidad que ya traspasa a la llamada post-modernidad, acelerada por el avance tecnológico y acortamiento de las distancias hemisféricas, ha ido despellejando de forma sistémica el sentido humanista que alguna vez se alojó en el pensamiento del hombre. Ya palpamos avatares que habían presagiado grandes pensadores del pasado siglo [Lacan, Foucault, Levi-Strauss, Prigogine, Sartre, Heidegger, Husserl, Adorno, Wittgenstein, Habermas, y —¿por qué no?— Hannah Arendt, para mencionar unos pocos]. Mas digamos que esto sería tema obligado en otro momento de discusión. De modo que, para concluir este breve coloquio, por favor elabora un poco en los libros que te ocupan estos días de pandemia, tanto en calidad de lector como de escritor, y háblanos someramente de tus nuevos proyectos.
Escribo muy lentamente. Duro días, a veces años, intentando «comprender» una frase un algo que viene, que posiblemente, en ese momento, no tengo la capacidad de escribirlo o expresarlo, porque el escribir (el arte en general) conlleva saber que no sabemos y aprender siempre, tratando de deletrear el mundo, de explorarnos, de describirnos, de encontrarnos a través del lenguaje, lo que implica, cada vez que lo intentemos, abolir el mundo con sus signos para fundarlo otra vez. A veces se logra, otras no, de tal forma que cuando te decís que has terminado algún escrito, en realidad lo que estás señalando, es la imposibilidad de continuar, ya que ese material llamado texto, que algunos llaman poesía o narrativa, no da más de sí (el, nosotros en él, nosotros en el hacer) y tenés que buscar, porque es una búsqueda siempre, otra forma, otro decir.
Las imágenes, las sensaciones, las preguntas, las necesidades de decir que me acompañan, se transfiguran en el tiempo, podría decirse que, desde la niñez, convirtiéndose a veces en ideas, en otras imágenes, en historias que reflexionan o se preguntan, pero volvamos al inicio del libro Un país sin nombre, donde quizá me explique mejor:
«Casi al amanecer,
quedando todavía unas estrellas, con el viento detenido y también la lluvia,
continuaba deambulando por los barrios de mi barrio:
reaparecía el desierto,
unos cerros dormidos,
el murmullo de cantos que apenas escuchaba,
ritos caminando hacia el vacío;
el allá era el aquí,
iba y venía; era el otro:
la sombra, la niebla, lo ausente,
el pasado regresando a la lejanía,
el todo en el todo,
la sombra, la niebla,
lo ausente».
En lo concreto, en relación a tu pregunta, hay en ciernes un par de libros tanto en poesía y ensayo, junto a una obra de teatro, como también muchos libros por leer y releer, que es otra manera de ingresar al allá, al otro lugar, donde se mezclan las vertientes: la reflexión se convierte en imagen, la imagen en lluvia o niebla, en incertidumbre, recuerdo o viento. La poesía, el teatro, la danza, se nutren de lo que somos, de nuestras entrañas. Sin esa fuerza vital del vivenciar en el texto o la escena, en el silencio —el origen— donde emergen los lenguajes, lo que hacemos será una mueca, un abalorio, un engaño, una impostura.
Palabras finales:
Por más de dos lustros he leído y escuchado las reflexiones y conversaciones del escritor costarricense Álvaro Mata Guillé. He estado al tanto de sus libros, su presencia en las páginas de las redes, intervenciones en recitales, charlas y entrevistas. Desde luego, sigo su poesía y manera escénica de zambullirse en ejercicios dialécticos en torno a la poiesis y al teatro. Su discurso se forja desde una plataforma profundamente enraizada en inquietudes artísticas. Lo percibo como vocero de un genuino interés sanativo en esta circunstancia dañina que nos afecta. Los proyectos socio-literarios que lo ocupan como docente, autor teatral y poeta, reflejan siempre esa solidaria preocupación provocada por la creciente banalidad del mundo que conocemos. Al compartir en el presente texto la tesis de este artista de la palabra, espero haber dejado en aquellos que se atrevieron a leer la entrevista en su totalidad, impresiones, si no afines al criterio que albergo, por lo menos desafiantes en algún recodo de sus cosquilleos intelectuales.
Nota del autor: Para una visión más completa, ver la primera parte de este enfoque en la edición de Nagari del domingo primero de agosto del 2021.
IMÁGENES:
Álvaro con Alejandra Méndez Bujunok, en ciclo de conversaciones, Rosario, Argentina, 2009.
Al podio con micrófono, en Salamanca, Encuentro Iberoamericano de poesía, 2016.
El entrevistador en el Rijkmuseum, Ámsterdam.
BIBLIOGRAFÍA SELECTA:
Mata Guillé, Álvaro. Un País sin nombre. Editorial Ponciano Arriaga, Gobierno del Estado de San Luis Potosí, Secretaría de Cultura: primera edición, 2018.
Mata Guillé Álvaro. Debajo del viento. Al Fondo a la Derecha Editores: 1ro. De abril del 2021.
Mata Guillé, Álvaro. Más allá de la bruma. CreateSpace Independent Publishing Platform: diciembre del 2016.
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.
Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y prosa poética para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Eka Magazine y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de «Enfoque Nacional», «Panorama Hispano» y «Latin American News Service» en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Es miembro de Academia.edu, National Collegiate Hispanic Honor Society [Sigma Delta Pi], Modern Language Association [MLA], y Florida Foreign Language Association [FFLA]. Es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011, CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, agosto de 2015, CUANDO EL VIENTO ES AMIGO, iUniverse, abril del 2019 y DOSSIER HOMENAJE A LILLIAM MORO, Editorial Dos Islas, marzo del 2021. Les da los toques finales a tres próximos libros, AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, antología de ensayos con temas diversos, ENCUENTROS A LA CARTA, entrevistas y conversaciones en ciernes, y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.