El acontecer de la mujer negra guadalupana, posterior al cese de la esclavitud y hasta fines de los años sesenta, encuentra valiosa documentación en la novela Lluvia y viento sobre Telumea Milagro[1] (Pluie et vent sur Télumée Miracle) de Simone Schwarz-Bart, importante narradora antillana nacida en 1938 en Francia, de padres nativos de Guadalupe; isla a la que regresa muy pequeña para luego estudiar en París, Pointe-à-Pitre y Dakar. Esta, primera novela escrita en solitario por Schwarz-Bart[2] en 1972, relata –a modo de saga– la vida de Telumea Milagro. Cuidada por su abuela Tusina, apodada Reina sin nombre, la protagonista padece el racismo, la violencia conyugal, la pobreza extrema, los avatares de la ruralidad y la explotación del trabajo en los cañaverales, esencias de la vida social posterior a la abolición de la esclavitud. Regida por el signo de la peregrinación, la existencia del personaje cambia de escenario una y otra vez, en la búsqueda de su propio lugar en el mundo.
La madre de Telumea, que arrastra el dolor de un marido asesinado, se une a otro hombre, siendo esa, al parecer, la razón primordial por la cual aleja a su hija de ella, quedando roto física y emocionalmente el lazo madre-hija. Telumea es acogida entonces bajo el amparo y la seguridad de su abuela, la negra Tusina. De ella la niña había conocido por boca de su madre, que era una mujer que les había enseñado a no bajar la cabeza ante la vida. A causa de tanta veneración adquirida, la pequeña, desde temprano, comenzó a considerar a su abuela como un ser mítico.
Desde el primer instante se establece una relación cómplice y solidaria entre ambas afrodescendientes de diferentes generaciones. Telumea ayuda en las tareas domésticas: carga agua, hierba y cuanto sea necesario, corre tras los animales y sobre todo se convierte en atentísima escucha. La abuela Tusina deja salir de sí frases tiernas, apelativos cariñosos, teje las trenzas de la niña. Acaricia las heridas a la par que habla y trasmite. Pasa por los cabellos de su nieta el peine humedecido en aceite de ricino con la finalidad de dar suavidad, brillo y belleza al pelo, mientras entona mazurcas, valses y biguines. Cantos de esclavos, souvenirs de antaño, son el modo de Schwarz-Bart de mostrar, por boca de Tusina, la materia de la que están hechas las mujeres caribeñas. Una manera cotidiana de comunicar yace en el fondo del jarro, en todos los gestos de la cotidianidad; así, el canto inserta un discurso otro que forma parte también del récit de los hechos.
Desde el inicio de la novela es palpable que la comunicación transcurrirá sobre los rieles de la proverbialidad. La responsabilidad y sabiduría de la palabra ancestral traída hasta el presente encuentra marco y pedestal idóneo en la oralidad de la abuela Tusina. La individualidad del verbo emerge del (y con) trasfondo colectivo. No debe entenderse entonces la presencia de estos cantos y la permanencia de los proverbios como un parloteo etnográfico sino, más que todo, como una guía trascendente.
Al no ser posible contar con cartas o libros donde se narren –a conciencia y con certeza– los modos de vida esclava, ni existir otras maneras efectivas de establecer relaciones con lo pretérito, solo es dado a la voz y al recuerdo la capacidad de transmutarse en unidad imprescindible para la familia y la vida de estas antillanas. Los cantos, como recreación de una representación conceptual, y los proverbios ancestrales familiares, legan una identidad a Telumea y le dan la firme convicción de que todo es factible de cambio. Ese conocimiento conforma la imprescindible conexión ritual entre abuela y nieta. Tusina transfiere así sus conceptos sobre raza y esclavismo. A Telumea, tres generaciones la separan de la esclavitud pero sobre su presente poroso gotea la oralidad de Reina sin nombre. El trasvase abuela-nieta provee elementos articulados capaces de proporcionar el sentido de pertenencia a una raza, una cultura, un género, y se revierte en fundación de una nación real, realizada en la satisfacción de sí y en la confianza en las fuerzas propias.
Para Telumea, su abuela y su conducta verbal son el referente más inmediato. Para la anciana, en cambio, su ídolo es una amiga curandera, tildada de bruja en el pueblo, de quien se decía que sobrevolaba las casas cada noche, descendía en círculos, se posaba sobre los flamboyanes y ejercía desde allí sus sortilegios. Tusina aseveraba que no contenta con las formas humanas, la amiga podía convertirse en cualquier animal que despertara el pánico pero que en realidad era una mujer de bien: una negra vieja que conocía cada planta del bosque y era capaz de interpretar cada sueño humano.
El alto valor concedido en esta obra a la iniciación, seducción, aprendizaje y devoción mutuos en el proceso de la amistad, está emparentado con la génesis misma del libro. Simone Schwarz-Bart ha declarado: “Mi relación con la escritura es instintiva. Pluie et vent sur Télumée Miracle es un libro escrito en el exilio. Nacido del duelo por una vieja amiga, Stéphanie Priccin, mientras me encontraba lejos de ella. Esa doble nostalgia me empujó hacia la página en blanco”.[3] Telumea, personaje creado a partir del modelo de la amiga perdida, campesina curandera y especie de madre adoptiva para la escritora antillana, es el símbolo de una generación de mujeres y de sus redes de cuidados, interconexiones y solidaridad[4].
La joven protagonista de Lluvia y viento… hereda la empatía y relación con la amiga de su abuela. Sus encuentros se extienden en largos diálogos. La “bruja” inicia a Telumea en los secretos de las plantas y sus propiedades medicinales, a la par que la incentiva a rechazar la esclavitud –esa terrible herida histórica– sumergiendo el joven y permeable pensamiento en la vasta y densa herencia africana. Las dos caras de la medalla: la sabiduría de la curandera y su capacidad de convertirse en animal, muestran el concilio entre curandera y sorcière, como ejercicios de poder que pasan a ser, junto a los cantos de esclavos y los proverbios, estrategias del oprimido, signos conformadores de la memoria cultural creol de la protagonista.
Con el paso del tiempo, Telumea comienza a recibir en su casa a mucha gente que le comparte confusiones, malestares y enfermedades, depositan en ella confianza y le encomiendan cuerpos y almas. Un día atravesada por sus desdichas amorosas, otro curando a sus semejantes, otro más siendo condenada y culpada del sufrimiento de sus congéneres, transcurre la existencia de la heroína. No pudiendo trasmitir a hijo alguno los saberes alcanzados, intenta transferirlos a una niña a la que no le unen lazos filiales. En un acto de justicia cultural, traspasa lo que ya antes había heredado en otra alianza que tampoco era consanguínea.
El significado de madres adoptivas o espirituales, el poder de la memoria para representar, comunicar y traspasar un apego al Caribe y a la tierra ocupan en esta novela un lugar preponderante. Junto a la importancia del pasado y la vivacidad de la cultura negra frenan la alienación e imposibilitan la asimilación. De todo esto y de continuidades trata este volumen memorable. Continuidades que a ratos alcanzan formas inéditas, ejes emisores y trasmisores en los que también se erige con certeza Simone Schwarz-Bart que, con sabiduría, recoge y comparte la insoslayable experiencia histórica a través del tan caribeño couple: oralidad-escritura.
[1] Simone Schwarz-Bart. Lluvia y viento sobre Telumea Milagro. Fondo Editorial Casa de las Américas. Colección literatura latinoamericana y caribeña. La Habana, 2014.
[2] Anterior y posteriormente realiza una obra en conjunto con su esposo André Schwarz-Bart. Colaboración de la que nace Un plat de porc aux bananes vertes (1967) y la cardinal enciclopedia en seis volúmenes Hommage à la femme noire (1989).
[3] Simone Schwarz-Bart, 5 Questions pour Île en île. Île en île. Entretien réalisé par Thomas C. Spear. En
http://www.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/media/5questions_schwarz-bart.html.
[4] Whitney Chadwick, Isabelle De Courtivron: “Los Otros importantes, creatividad y relaciones íntimas” Universitat de Valencia. En https://books.google.com.cu/books?isbn=8437612683/
© All rights reserved Laura Ruíz Montes
Laura Ruíz Montes (1966). Poeta, editora, ensayista y traductora. Ha publicado libros de poesía en Cuba y el extranjero, de los cuales Los frutos ácidos y Otro retorno al país natal, obtuvieron en 2008 y 2012 respectivamente el Premio Nacional de la Crítica Literaria. También ha publicado libros de ensayos (centrado en la literatura caribeña), teatro y literatura para niños y jóvenes. Su traducción del francés de El exilio según Julia, de Gisèle Pineau obtuvo en 2018 el Premio de Traducción Literaria. Su último libro de poesía publicado es Diapositivas (2017). Su volumen Grifas. Afrocaribeñas al habla (entrevistas a treinta creadoras del Caribe anglófono, francófono e hispanohablantes) está en proceso editorial en el Fondo Editorial Casa de las Américas. Es la editora principal de Ediciones Vigía y la directora de La Revista del Vigía de esa misma editorial.