Entrecruzado de piernas. El pulgar y el índice juntos. Evocando al cielo el momento de hoy, mi ideología muerta. El vacío enfrente. Mientras el ruido que desentierra este instante la espuma del Mediterráneo me escuda bajo su magnitud.
Ante mí: Yo y el agua. Cirros y azul.
Idas y regreso de una única gaviota en esta playa rosácea por la hora que el crepúsculo indica. Son las 8pm de un abril cualquiera. Perdón, no; del dos mil veintiuno al inicio de un final vírico. Desde que decidí sentarme y regresar a la memoria de mimiamimemima —no lo confundan con el título de mi segundo poemario— han transcurrido diecinueve minutos en mi reloj digital.
La memoria hierve entre fotografías de un ayer junto a la arena.
Están todas y todos ustedes.
Algunos con una Cuba en su mochila. Los más viejos fotografiando el azote que implicó huir. Los marielitos recordando aquella granja de cerdos carcelaria para etiquetar su condición homosexual. Los que alzaron la balsa, indicando el momento que el pie se hunde en la arena de Key West.
Mis hogares en Coral Gables: Santillane, Ponce de León, la calle Calabria. Mi hija preguntándose en High School por qué su padre el día de su cumpleaños ha escrito un poema que dice
eres un ser bajo el silencio
de amigas y adversarios
que todavía pueblan tu círculo
y hacen de ti
un sujeto único
legible
y aún en construcción
hacia tu nido de mujer
Aquella clase en una escuela de Hialeah con el nombre de una aviadora que fenece al intentar dar la vuelta al mundo en su línea ecuatorial; Amelia Earhart. Niños diversos: de la patria de Iturbide, afrocaribeños, venezolanos, de la Pampa argentina u originarios de Managua, nacidos en Florida, en el West Side neoyorquino, e incluso, una alumna de Nueva Delhi. Una lección en la pizarra: ¿Para qué sirve un adjetivo? La maestra Dulce María trae un café colombiano. Para decir lo bonito que es una persona contesta Aubrey. Una intensa lluvia de junio anuncia el fin académico. En la fiesta de despedida el profesorado come yuca frita, ají y frijoles, arepas, guacamole, enchiladas. De postre: crema catalana quemada desde mi mano derecha.
En una mesa del patio de Books and Books se encuentran los miembros del consejo editorial de Nagari. El vino nos une; también el número 0 que sale del vientre de todos nosotros. En el interior, poemas, artículos sobre la ciudad, cuentos, relatos, arte visual; cultura en una urbe que aprende a serlo desde aquel mismísimo instante mostrando a su autor en aquellas páginas impresas para su promoción.
El Versalles y su arquitectura humana. Su imitación a un café de París a inicios del siglo XX. Su trashumancia entre todos los géneros. Reunión para el diálogo y un tocinillo del cielo mientras hablas del final de un Obama antes de dejar la presidencia.
Art Basel renueva la imagen del oficio cada año después de Thanksgiving. El volumen de una escultura leída te hace reflexionar. Un performance de una afroamericana, utiliza el mismo verbo de la oración anterior para preguntarte ¿Quién es un ilegal? En una ciudad de templos, todas las religiones están presentes. Los ciudadanos acuden a su iglesia, sinagoga o mezquita en busca de un porqué, al mismo tiempo que Miami Beach burbujea un ambiente nocturno en busca de aventuras
Fenece la luz en la playa de San Sebastián donde ahora descanso. El mar a mar en este artículo ha sido plácido. Hoy me he puesto una camisa caribeña para dar testimonio que en el lugar donde los miccosukee hicieron su campamento siglos atrás, el que escribe plantó hace veinticinco años su guarida. Un hogar enciclopédico lleno de términos y sujetos que llevo adjunto en mi Instagram, Facebook e innumerables correos electrónicos.
Barcelona-Miami/Miami-Barcelona. Posiblemente el título de mi primera novela.
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Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)