Arturo Pérez Reverte es un escritor que no necesita presentación, sus lectores alrededor del mundo se suman por millones y en distintos idiomas, la austera biografía que se encuentra en sus libros le describe muy bien: “nació en Cartagena, España en 1951. Fue reportero de guerra durante veintiún años. Con más de quince millones de lectores en todo el mundo, muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y a la televisión. Hoy comparte su vida entre la literatura, el mar y la navegación. Es miembro de la Real Academia de la Lengua Española.”
Durante el pasado mes de noviembre y dentro del marco de la Miami Book Fair, tuvimos oportunidad de reunirnos con Arturo Pérez Reverte en el lobby del hotel Mandarin Oriental en Brickell. Relajado, con una amable disposición para la conversación abordamos entre otros temas el relacionado con su mas reciente novela SIDI que retoma los cantares de gesta y la figura del Cid Campeador durante el siglo XI en un turbulento territorio de frontera de la península ibérica.
OMAR VILLASANA. Desde su punto de vista como escritor con una trayectoria tanto periodística como literaria. ¿Qué ha aprendido usted de la naturaleza humana, tanto como corresponsal de guerra que fue anteriormente y través de su trabajo literario?
ARTURO PÉREZ REVERTE. La vida que llevé me enseñó muchas cosas, pero lo principal quizá sea eso de que el bien y el mal no están tan claramente definidos como en la teoría que practicamos aquí. En la vida real el bien y el mal están mezclados, yo he visto a gente hacer en un mismo día cosas heroicas y cosas terribles, cosas espantosas y cosas hermosas. Nos han educado en la sociedad de confort en la que vivimos, en la creencia de que el mal y el bien son conceptos diferentes incluso opuestos, y no es verdad. También hay otra cosa que he aprendido que es que a menudo el malo es más interesante que el bueno, el bueno te puedo enseñar bondad, pero el malo, te puede enseñar los mecanismos complejos del alma humana: el horror, el mal, donde están. Yo he aprendido mas junto a un francotirador serbio en Sarajevo, junto a un torturador argentino en Malvinas, junto a un asesino en el Líbano, que junto a gente buena, paradójicamente. No estoy orgulloso de ello, pero es así.
Resumiendo, la vida me enseñó que las palabras bien y el mal, la línea que las separa no está tan clara como creemos.
OV. También en su forma de abordar las historias. Siempre hay en lo que yo he tenido oportunidad de leer de su obra. Hay un escenario histórico…
APR. No todas en algunas de ellas.
OV. En las obras que están basados en elementos históricos. Cuál es la parte que más le motiva trabajar con este trasfondo, ¿para la creación de los personajes? ¿la parte de investigación?
APR. Hay dos tipos de novela histórica. Una es aquella que se limita a recrear el pasado es decir Walter Scott, por ejemplo, o bueno la novela que no hace más que recrear, contar cómo eran las cosas antiguamente. Pero la historia que a mí me interesa, es aquella que utiliza el pasado para explicar el presente. El pasado como explicación, como clave del presente es el tipo de novela que yo hago. Mi novela pretende explicar al personaje de ahora.
Sidi por ejemplo es una novela medieval, pero está explicando el liderazgo hoy.
Vale, de hecho, hay escuelas de finanzas y de comercio en España donde se está utilizando ese libro como elemento de trabajo. Porque habla del hombre también moderno.
En ese sentido es en el cual hay que situar mis novelas digamos históricas.
OV. De hecho, iba a preguntar qué buscaba usted al retomar la figura del Cid Campeador.
APR. Hacer una lectura moderna. A ver, este concepto sigue valiendo hoy en día. También buscaba otra cosa. Estamos acostumbrados a mirar el pasado con ojos del presente, sí, a juzgar a Hernán Cortés con ojos de una ONG del siglo XXI. La matanza de focas en Alaska con ojos de una ONG del siglo XXI. Mientras que el ser humano no siempre fue así, la mente del ser humano, las ideas cambian y evolucionan. Entonces lo que he querido también es que el lector de ahora vaya al siglo XI y lo vea con ojos del siglo XI, que entienda que matar, degollar prisioneros, robar, capturar mujeres y venderlas como esclavas que ahora parece horroroso y lo es, en el siglo XI era natural. Entonces llevar hacerle un viaje en el tiempo para que viva con naturalidad un mundo donde el horror era natural.
OV. Creo que hay un elemento muy humano en el personaje del Cid y que a mí siempre me ha parecido, que es lo que nos lo acerca demasiado, es este hombre que, a pesar de estar vencido, aún así sigue siendo fiel a ciertos ideales. Me refiero a su lealtad al rey, que parecería absurdo. El Rey lo ha desterrado, lo ha puesto en una posición totalmente desfavorable y sin embargo, él es fiel a ese valor.
APR. Yo tengo una teoría sobre eso. Yo he conocido a muchos marginales en la vida, en guerras, delincuentes. En México estuve con muchos narcos cuando escribí La Reina del Sur. Y es que en realidad, el marginal necesita reglas que le hagan sentirse digno si no es un mero delincuente es decir, el desterrado, el marginal, el mercenario, si no tiene algo en lo que arroparse, es basura.
Le pongo un ejemplo del narco.
El narco de ahora no vale, el narco es infecto, es basura, pero el narco que yo conocí al principio de los noventa todavía tenía códigos y es narcotraficante decía: “pero nunca Mato.” “Pero yo vendo a los gringos no lo vendo a mis paisanos.” “Yo soy narco, yo mato, pero no mato a mujeres y niños.”
Había unas reglas que permitían al marginal creerse con cierta dignidad por encima de su condición inmediata de sicario o lo que fuera.
Pues yo creo que el Cid es lo mismo. El Cid en realidad esa lealtad al rey la utiliza como una bandera, la utiliza como un pretexto, una coartada para no ser un vulgar mercenario de frontera que justamente se siente digno al decir “sí, pero yo soy leal a mi rey”.
OV. Claro y esto es lo que le permite al Cid ser un líder. Porque si uno no tiene una base, un código ¿quién lo va a seguir?
APR. Exactamente, no puede hacer cumplir códigos a otros. Esto es un juego de lealtades. Cuando uno necesita que los sigan otros seres humanos, que lo secunden: en el trabajo, en el periodismo, en la guerra, en la barbarie, donde sea, necesita manejar los resortes que mueven a los seres humanos.
Y la lealtad es fundamental. Cómo consigue un oficial, Yo lo he visto en un combate, que es levantarse y atacar y que detrás de él lo sigan los hombres, aunque vayan a morir. Qué mecanismos de lealtad ha estado trabajando para que eso pueda ocurrir. Es lo que me interesaba y es lo que desarrollé en esta novela, los móviles de la lealtad y el liderazgo.
OV. Es muy claro que el Cantar del Mio Cid abarca diferentes etapas y usted se concentra en la parte que implica las batallas, y cómo los hombres afrontan las mismas.
APR. Claro, a mí el Cid triunfador no me interesa, a mí el Cid que ya ha triunfado el que ya es leyenda no me interesa ese pertenece a la historia.
Me interesa el otro, la forja del líder, ¿no? cómo un hombre, con qué astucia o con qué valor, con qué talento, con qué mecanismos sociales un hombre consigue la lealtad de otro y eso es el Cid el primerizo, el que me interesa. Cómo nace un líder.
OV. ¿Cómo recrea usted basándose en las lecturas ya sea de José Zorrilla, la versión de Ramón Menéndez Pidal, la prosa de Alfonso Reyes esa parte de la Edad Media para que nosotros la podamos creer?
APR. Hay un defecto en algunas novelas históricas que pretenden ser enciclopédicas. Digamos: “las tropas de Pancho Villa. Pancho Villa que era un guerrillero tal, que luchaba contra los gringos, tal, tal, tal…” Los zapatistas, “que eran los guerrilleros de Zapata, tal, tal, tal…” los marines americanos en el Pacífico “que era un cuerpo de élite…” ese tipo de literatura histórica enciclopédica no me interesa, yo creo que la literatura debe ser más escueta, más eficaz más limpia. En mis novelas utilizo aquello que me es útil, nada más, no intento informar al lector. Intento que el lector se mueva por mi historia, yo no quiero informar, yo no quiero educar al lector, no quiero que sepa más sobre la Edad Media.
Quiero que sepa sobre los hombres, sobre el ser humano. Lo que me interesa a mí y si quiere más que vaya a Wikipedia, que vaya a los libros. En ese sentido digamos Sidi es una novela realmente que no es larga, hay economía narrativa por eso. Cuento aquello que creo que necesito.
Una novela es un artefacto narrativo que debe seducir al lector con eficacia, para que sea eficaz hay también reglas. Y sobre eso la sencillez del lenguaje. Aunque uno cuente cosas complejas o que uno utilice palabras medievales. Pero puede ser en un contexto que el lector pueda entenderlas con facilidad. Yo no quiero deslumbrar, no educar, Yo quiero contar.
OV. De hecho, hay algo que he leído en sus libros que involucran escenas de acción. Y lo veo muy característico en su estilo, es el uso del recurso de las onomatopeyas.
APR. Es que la violencia hace ruido. Yo he vivido la violencia. Yo tengo una ventaja, es decir, cuando Yo hablo de violencia, de muerte, de horror, de dolor, de sangre. Yo no lo he aprendido en películas de Tarantino, lo he visto en la realidad y yo sé cómo suena una bala al dar en un cuerpo, cómo suena un cráneo al hundirle un machete. Todas esas cosas, o sea para mí la guerra, la violencia tiene sonidos. Bueno intento que el lector, yo no puedo hacer que lo oiga como yo lo oigo, pero intento utilizar la lengua española que es mi herramienta de trabajo para acercar lo más posible al lector a ese punto y eso incluye el sonido.
OV. Hay una anécdota que se le atribuye a Borges. Donde se le pregunta “¿Porqué publicamos?” Y Borges contesta “Para dejar de corregir.” Cuando considera usted que ya está lista la novela que está escribiendo.
APR. Llevo treinta años y yo soy escritor profesional veterano de treinta años. Bueno pues digamos que ya tengo instintos que me dicen cuando una novela está terminada. Normalmente yo hago una primera escritura. Que voy corrigiendo por bloques según voy escribiendo, voy corrigiendo. Y después hago una escritura completa de la novela una corrección y una tercera. Tengo esas reglas.
No pretendo conseguir la prosa perfecta, si ser lo más perfecto posible escribiendo, pero no es mi obsesión. De hecho, a veces sí, por la eficacia del párrafo que estoy escribiendo debo vulnerar una norma lingüística la vulnero sin ningún problema. O sea, no tengo ningún complejo. Creo que el lenguaje es una herramienta al servicio de la narración. No soy esclavo del lenguaje, pero bueno cuando se está terminada funciona bien y está bien.
OV. Leí su novela Hombres Buenos que habla sobre los académicos que van en busca de la Enciclopedia pero lo que me llamó mucho la atención y me agradó mucho de esa novela fue que usted al mismo tiempo daba los trasfondos de cómo hacía esa esa parte de la investigación histórica. ¿De alguna forma era como un guiño para los escritores jóvenes?
APR. No, es una cuestión puramente técnica. Voy a decirle por qué, esa novela es sobre un mundo muy complejo, el mundo de la Ilustración. Hubiera requerido muchísimo más espacio para escribirlo. Hacer esos cortes, me permitía hacer elipsis, saltar, resumir. Me permitía acortar caminos, me daba atajos. En realidad era una estructura mucho más práctica. Si no hubiese sido una novela interminable, contar todo el viaje, con cada episodio, cada cosa. Es una cuestión de estructura. Yo soy el tipo de novelista que trabaja mucho antes de escribir la novela. Hay novelistas como mi amigo Javier Marías que es bueno escribiendo y lo que le sale, yo no. Yo planifico antes, minuciosamente cada etapa de la novela. Y ahí me di cuenta de esa estructura. Y busco una estructura. Que cada novela requiere un tratamiento diferente. Son problemas diferentes Sidi es una cosa y Hombres Buenos otra. Incluso en extensión. Y ese tratamiento pensé que era más eficaz. De esa manera quise contar de una forma lineal todo. Yo no pretendía educar al lector ni a los novelistas. Yo cuento historias nada mas. Hay quien dice que el novelista tiene la misión, la obligación moral de educar al lector y hacer un mundo mejor, acabar con la guerra, de conseguir que el ser humano sea bueno, que los novelistas aprendan, no, no eso es mentira.
Mi misión es contar buenas historias y contarla bien de una forma eficaz que funcione que el lector las vea y le guste.
OV. ¿Tiene usted en mente digamos lo que sería un lector ideal?
APR. Yo tengo un problema, bueno no problema, una característica es que Yo tengo no sé cuántas novelas publicadas treinta, no me acuerdo. Pero yo publico en muchos países, en cuarenta y dos países, China, Croacia, Polonia, Colombia, México Estados Unidos y después mis lectores, yo no tengo un lector determinado porque me leen igual. Usted va a una firma de libros aquí, en Europa, en la Feria de Guadalajara, hay colas enormes de gente que están esperando horas y horas y Yo firmando libros. Y ahí hay chicos jóvenes personas mayores. Hombre yo no soy un escritor que tenga un público determinado.
No, mi abanico es muy diferente entonces yo no puedo escribir para un público determinado porque no tengo un público determinado. Mis novelas son las que escribo para mí para el lector que yo soy y esperando que me gusten a mí.
Al fin y al cabo cuando uno lleva treinta años escribiendo novelas el lector que me lee ya sabe a quién va a leer. Ya sabe lo que puede esperar de mi bueno o malo. El lector me conoce, le puede gustar más o menos Sidi pero no será una sorpresa porque sí forma parte de un conjunto de obras que tengo. Entonces en ese sentido estoy tranquilo.
OV.¿En este momento ya está trabajando otros proyectos?
APR. Siempre, yo soy un escritor profesional.
OV. Es como respirar.
APR. Claro yo tengo historias para contar el día que se acaben pues dejaré de escribir.
OV. Pero eso no lo vemos en un futuro cercano…
APR. No lo sé no lo sé. Me enfrento un problema que para mí es importante y grave. Ahora, es que tengo sesenta y ocho años no sé cuánto me queda como escritor lúcidamente quiero decir, pero sí quisiera llegar como Mario Vargas Llosa que sigue escribiendo a los ochenta y tantos años novela.
No se si me acabará la imaginación o el talento o la energía.
Entonces no sé cuántas novelas me quedan, si me queda una novela o me quedan diez, pero entonces ahora el problema es que tengo que elegir. Hay novelas que sé que nunca escribiré que están aquí (señala su cabeza) pero no voy a escribirlas. De las diez o doce que tengo en la cabeza o cinco o seis que van ahí es una especie de bulle, bulle en la cabeza a ver cuál puedo escribir ahora. Y cuál no puedo escribir ahora. Y algunas las descarto y sé que nunca las escribiré. Me da mucha pena porque hoy tengo que elegir. Y elegir, dejar morir a unas y vivir otras es muy duro.
OV. Esa elección ¿está basada tal vez, de alguna forma en evitar repetirse?
APR. No, no. Es lo que me apetece, Yo escribo porque soy muy feliz escribiendo, me divierto mucho, es como enamorarse. Cuando estoy durante un año y medio, leyendo, viajando, mirando, escribiendo todo lo que veo. Es un estado personal muy grato, muy placentero. Me hace muy feliz. Porque escribiendo novelas es como abrir una puerta y meterte en un mundo porque un día es el siglo XI, mañana la Ilustración Francesa otro día será La Guerra de las Galaxias que se Yo.
Que cada novela es un pretexto para leer, para vivir imaginar. Entonces en ese sentido, pues no es que unas sean mejores o peores, sino que aquella que te seduce, pues te pones en ella.
OV. Como escritor, ¿en qué momento se da también el placer de la lectura?
APR. Bien como lector yo leo mucho y paso mucho tiempo en el mar tengo un velero y ahí cuando no hace mal tiempo leo. En casa también por las tardes a partir de las seis de la tarde de seis a nueve. Suelo leer tres o cuatro horas siempre. Y cuando viajo siempre leo, viajo siempre con la maleta llena de libros.
Pero hay un problema. El problema que tengo en los últimos años y es que ya no soy un lector inocente.
Y una cosa que echo en falta es mi inocencia cuando empecé a leer, en los tres mosqueteros. Leer con viente años la Cartuja de Parma, La Montaña Mágica con treinta, leer a Dostoievski por primera vez no, leer a Conrad. Ahora leo y leo con la mirada del profesional. Imagine un relojero que hiciera relojes y ya no mirase la hora sino las manecillas. Ya no puedo ver la hora a menudo. No. Estoy viendo la estructura, el ritmo narrativo, el vocabulario tal. Entonces veo cosas que querría no ver querría ser inocente verlo desde fuera, pero lo veo desde dentro. Y eso a veces hay libros que no pudo leer bien porque me pasa eso estoy buscando por qué hizo esto, me paro por qué hizo aquello, que he hizo este personaje, o adivino esto va a ocurrir. Hay uno que se me pasa terrible a mí, a mi familia a la enloquece y es que yo estoy viendo una película en televisión y digo ese es el asesino. No porque sea muy listo sino porque busco, trabajo con estructuras narrativas, veo las estructuras, pero no veo la película y eso me pasa con muchas cosas.
OV. Eso es terrible porque le quitan la capacidad de asombro y ésta es necesaria para disfrutar el arte.
APR: Eso es lo que echo en falta esa inocencia lectora que he perdido.
OV. Pregunta. En ese sentido sobre la capacidad de asombro. ¿No la encuentra la poesía?
APR. No soy de poesía, a mí me gustan las canciones que cuentan historias. Me gustan los boleros, los corridos mexicanos, los narcocorridos también me gustan, me gusta el tango, me gusta la copla española, que cuenten historias.
Mi favorito es Pedro Navaja. Yo quisiera poder escribir esa novela. Es una novela de tres minutos. Es extraordinaria y tiene unas figuras magníficas. Pero yo necesito del territorio de la novela y de la poesía, me gustan poetas como Quevedo, Miguel Hernández, Antonio Machado. Pero no soy un gran lector de poesía, la veo desde fuera. La poesía pura es decir Neruda, García Lorca, la leo con gusto por supuesto pero no me conmueve. No soy hombre de poesía.
OV. Para nuestros los lectores de Miami. ¿Qué opinión tiene usted de esta ciudad?
APR. Pues mire es una ciudad que le tengo mucho cariño. Yo le digo “Miami” a la española. Porque esto fue español. Yo no soy un hombre muy sentimental no lo soy. Ni tampoco soy un hombre de patrias. Soy un hombre que pasó mucho tiempo fuera de casa. Viajé mucho desde muy jovencito y las palabras como patria las vi como cosas sospechosas, siempre las vi manejar por gente poco fiable, manipularlas. Hay una cosa que sí me emociona que es la lengua, el lenguaje, el idioma español. Entonces claro. Venir a Miami y poder hablar en español. Cuando como los gringos nos fueron quitando a españoles, mexicanos e hispanos, nos fueron quitando digamos, tanto territorio, espacio y ahora que ver cómo poco a poco se va recuperando a través de una manera cultural con la lengua con la población.
Llegar a Nueva York y entrar en un bar y poder hablar en español en un bar en Nueva York, no se diga en Miami. Miami es una especie de capital del español en Estados Unidos. Y aquí me siento muy bien porque además me niego a hablar inglés. Y cuando viajo por Estados Unidos siempre hablo en español. El otro día llego a San Francisco y en recepción pregunto “¿hablas español?” Y salió la chica “Sorry I don´t speak Spanish.” Y contesto “Pues yo sí hablo español, tráigame uno que hable español” Y trajeron uno que hablara español, o sea me gusta, no por provocación, me gusta que ver un tipo moreno con el pelo negro rodeado de güeros. En ese sentido si soy militante. Miami para mí es como digo la capital de esa militancia.
OV. Claro porque de hecho aquí en Miami no hablamos al español en voz baja a diferencia del resto de Estados Unidos. Esa es una gran diferencia.
APR. Creo que, por eso lo he dicho en una entrevista en televisión, he dicho y habrá un día en el cual el español sea una lengua cooficial con el inglés en Estados Unidos y todo tenga que escribirse en inglés y en español eso yo no lo veré le dije, pero sus hijos lo verán. Y de eso estoy orgulloso. Yo que no soy nada patriotero como digo, sin embargo eso sí me conmueve. Es que me han pasado cosas, como estar en Chicago he llegado en la era cuando empezó el no fumar y tal. Llego a un restaurante y el dueño era hispano y en un momento creamos allí entre los dos una patria un lugar, fumamos, hablamos, reímos, bebimos y eso con un gringo es muy difícil.
OV. Yo de hecho tengo la teoría de que no existe realmente tal cosa como la lengua materna es la lengua de nuestros pares. Eso es yo lo veo por ejemplo con mis hijos. Yo llego acá a Florida con mis hijos pequeños y entre ellos hablan en inglés. ¿Por qué? Porque ellos necesitan comunicarse con sus compañeros y viven en ese idioma, con nosotros hablan el español.
APR. Lo triste sería que perdieran el español. Yo creo que el pecado que comete a veces la emigración hispana en Estados Unidos es no mantener ese hilo conductor porque si perdemos lo que fuimos, no podemos entender lo que somos ni lo que podemos ser. Hay además un potencial, una fuerza enorme en lo hispano en Estados Unidos, enorme y por eso se asustan, claro da miedo “porque nos van a comer.” Entonces. Yo creo que es perfectamente compatible. Por eso es tan importante la educación de los padres, la falta de complejos. “No hijo mío, tú habla inglés, por supuesto mejor que nadie, pero no olvides nunca el español.” No olvidaré nunca esa canción de Los Tigres del Norte esa que dice “indio de dos continentes, mezclado con español, Yo soy más americano que el hijo del anglosajón” pues eso, es bueno recordar siempre eso y me parece que es muy noble mantenerlo, recordarlo sin agresividad, sin nada, únicamente con naturalidad. Soy hispano y tengo una lengua de mis abuelos una lengua hermosa, rica, una lengua magnífica, que hasta cuando se insulta en español, es más, suena mejor el insulto que en inglés que hasta para eso, hasta para pelear, hasta para matar, es mejor lengua. Pues eso, entonces, ese orgullo lo tengo, es digamos de los pocos. Yo me digo español, me siento español de España porque nací allí. Pero esa comunidad de 580 millones hispano hablantes cuya bandera es el Quijote es mi patria de verdad.
OV. Pues muchas gracias Don Arturo.
APR. Es un placer
Nota: Esta entrevista ha sido editada eliminando sobre todo repeticiones de frases y conceptos.
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