Me he topado con un texto reciente del escritor Joaquín Gálvez, que con sutil energía, embiste el fenómeno de la creciente ola de vates genuinos, rapsodas anémicos y poetas improvisados. Me permito la osadía de comentarlo.
No tengo un cuadro completo de los avatares poéticos en círculos regionalistas de otras urbes. Me consta que cada zona geográfica sondea sus peculiares creaciones con encuentros o des-encuentros que dan cuerpo a cosmogonías literarias y subsiguientes muestras de desarrollo. He de suponer que, como muy bien sucede en el Sur de la Florida, en ellas han de torearse sus propias inquietudes, partos y deliberaciones estéticas, siempre alimentados por influencias de herencia, adoptadas o impuestas. En ellas se acomodan las complejidades de la economía, la educación, las configuraciones políticas, y otras incidencias socio-culturales. En fin, estarían en juego cada una de las menudencias de estructura de su imaginario, en las que, por supuesto, se incluirían las corrientes ideológicas que funden sus respectivas idiosincrasias.
Sin deseos de generar pugnas ni herir sensibilidades, creo tener la libertad de testificar que he sido parte de esta comunidad, desde que arribaron los primeros “colonos” provenientes de la isla, en los albores de la llamada “revolución”. Como sucedió con grupos semejantes en otros lugares, los exilados de la incipiente toma del gobierno, se establecieron, no sin dificultades, en un área en aquel entonces dominada por el idioma inglés, y donde abundaban árboles, zonas pantanosas con cangrejos de tierra, ya exterminados. Hasta hace poco, todavía se dibujaban las cercas de alambres de púas que protegían pequeñas parcelas con ganado vacuno, hoy en día sepultadas por casas, condominios, rascacielos, centros comerciales y vías de asfalto o concreto.
Con esta ojeada cronotópica quiero decir que conozco bastante las motivaciones, incidencias, dolores, luchas, logros, y más que nada, razones y justificaciones de esta comunidad pujante y progresista. Una considerable porción de los que aquí habitan, no olvida que al principio, la población de habla hispana era casi homogéneamente cubana. Entrado el siglo XXI, Miami y sus vecindades se perfila como lo que es: una especie de puerta de y hacia América Latina, surgida gracias a las contribuciones, aciertos y errores de una comunidad en general formada por emigrantes provenientes de diversos países.
Una vez planteada mi sarta introductoria, ejerzo el derecho a sugerir que, familiarizado con las piezas en juego en nuestro patio, puedo establecer, desde mi ángulo perceptivo, que la llamada o casi grito de Joaquín Gálvez es una movida de ajedrez muy significativa. Sus aseveraciones nos alertan con precisión del peligro de caer víctimas de una creciente oleada de poetas y críticos literarios que invade y satura a esta comunidad. A pesar de que aplaudo a los que como yo se sienten picados por el bicho de la creatividad, síndrome maravilloso para aquellos con duende de escritura, debo decir que a mí también me abruma un poco ver la “avalancha”, que es como nombra Joaquín a la pléyade de escritores que tonan y retoñan día a día en los medios cibernéticos. En efecto, la visión ofrece matices francamente desconcertantes en muchos de los casos. Lo cierto es que, dentro de su complejidad de azote cuantitativo y frecuente anemia cualitativa, auspiciados por “casas editoras” de dudosa procedencia, que en ocasiones hasta ignoran el registro legal de los cuadernos, el panorama a veces deja mucho que desear. En principio, me identifico con la preocupación que respira el texto, aunque es preciso señalar que, al menos desde mi limitada perspectiva, el deterioro no es tan crítico como algunos observadores insisten en describirlo.
Uno de los ensayistas que han publicado sus preocupaciones al respecto, es Giovanni Sartori, quien llamó a la presente generación, en sentido general, pero con énfasis en los que se auto-titulan artistas, la generación [o degeneración] del <<homo videns>>. El sarcástico apelativo alude a que el poeta de ahora es producto de un mundo en crisis; un mundo loco en el que han desaparecido los modelos, y en el que la adoración de ídolos sustituye a la emulación de los primeros. Entre otras cosas, el fenómeno hace obvio el triste triunfo de un degenerado narcisismo que juega peligrosamente con esteroides anabólicas.
El síntoma parece generalizarse, como anotan los críticos Mario Vargas Llosa y Gelles Lipovetsky. Sus postulados sugieren que nuestra contemporaneidad es un cosmos anónimo, abarrotado de entes anónimos en busca de reconocimiento. Es decir, que al modo de ver de algunas mentes pensantes, a estas alturas estamos ante un escenario que exhibe tonos casi dantescos. Además de convivir bajo el <<Imperio de la Mediocridad>>, ensalzamos en él a los delincuentes, mientras las riendas del poder están en manos de mentes forjadas por imágenes primitivas en plataformas que carecen de planteamientos escaldados en la esfera del conocimiento: sus postulados reniegan el deseo de tener alguna noción de sabiduría o pulimento académico. Es un mundo lleno de incertidumbre, donde no hay seguridad, donde abunda el miedo y donde el concepto del “mañana”, utilizado por siglos como meta o esperanza, se convierte, tras un período de fracaso o nihilismo post-moderno, en un “pasado mañana”. Ya no se consulta el discurso de altura de nuestros antepasados. Las diarias inyecciones de elementos empacados en lo banal y superfluo, nos hacen excluir a los clásicos, obligándonos a rechazar con soberbia los preceptos estéticos y éticos que por lo menos nos proveían de alguna sensación de seguridad.
En cuanto a la poesía, la rápida propagación o difusión de nuestros egos (plasmados en versos que exponen cierta impotencia literaria) revela con perniciosa asiduidad, la estridente manifestación de una especie de <<delirium tremens>> permanente. Esta tendencia la he palpado muy de cerca en los talleres o peñas literarias en que he tenido la suerte o desgracia de participar. “Agáchate, que ahí viene un ego”, era una frase jocosa que se escuchaba con vergonzosa insistencia, cuando a la hora de compartir o contribuir con trabajos originales u opiniones en grupo, se sentía una oscura y fantasmal figura que de forma francamente bélica se proyectaba en los juicios de muchos de los participantes. Aquellas sesiones se celebraban en un ambiente íntimo. No desaparecidas del todo, ahora son más frecuentes las presentaciones de libros o tertulias, lugares donde no sólo se siente la presencia de los fantasmas por igual, sino que los mismos reciben una difusión gratuita que llega a los lugares más remotos, gracias al alcance supersónico de las ondas y canales mediáticos.
Estoy consciente de que la alarma provocará opiniones adversas. Mas abrazando un tono ecuménico y conciliatorio, me atrevo a decir que la intencionalidad inquisidora del texto se hermana con un principio literario que comparto y apoyo.
Con la venia de los que se atreven a leerme, me permito concluir que al fin de la jornada, lo que más me inquieta no es la abundancia de poesía o la superpoblación de poetas. Lo que verdaderamente me causa un molesto escozor existencial, es la escabrosa dificultad en definir las condiciones que habríamos de encontrar en aquéllos responsables de valorar la producción masiva de tantos congéneres que la escriben. El proceso requeriría la aparición de más individuos genuinamente dotados de una profunda y madura experiencia en la praxis. Se esperaría encontrar en ellos, además de dotes de intelecto, una sólida sapiencia en la memoria interpretativa, sellada en autoridad un tanto cercana a los rigores de especulación y razonamiento escolásticos.
En efecto, a la hora de seleccionar, catalogar, y aún jerarquizar autores y sus respectivas obras, se me antoja que aventurarse en tareas de ese calibre puede convertirse en una empresa de proporciones míticas. Lo más preocupante, de acuerdo con mi humilde criterio, es precisamente la ausencia de algunos componentes esenciales que debieron adquirirse en el obligado entrenamiento básico de los también autotitulados evaluadores de tan adiposa y disímil cosecha. Entre esos elementos constitutivos, contaríamos: calidad interpretativa, destreza en análisis, capacidad de síntesis, coherencia temática, acerbo de léxico; todo esto aliado a la grata familiaridad con una aceitada armadura protocolar tutelada por las normas de la gramática y, quizás el más importante de todos, la capacidad de producir un discurso propio y respetuoso, sin manchas de plagio estructural o conceptual, carente de ataques personales a los autores que son percibidos como miembros de la competencia.
Pero entendamos que la península floridana no es una excepción: ya he visto más allá de nuestros contornos, algunas muestras de la espeluznante carrera maratónica. El espectáculo se torna aún más gris cuando críticos del calibre de Néstor Díaz de Villegas anuncian un forzado retiro, quizás por razones económicas, pero que en definitiva son una muestra más del estado de cosas. La próxima desaparición de su <<blog>> crítico N.D.D.N. TEXTOS A GO GO es un acto de retaguardia que nos recuerda la sentida cancelación de la página SIGNUM NOUS hace dos años en Miami.
En síntesis, el caudal de poetas es ya tan feraz, que a minutos se hincha como agua presa y (me obligo a aceptar), no hay dique que lo detenga. La alarmante proliferación de los poetas de hoy (con y sin comillas) quizás surge de un caos disimulado. Tal vez nace en un revoltijo saturado de artilugios, donde la sofisticación tecnológica permite la más fácil y veloz manera de darse a conocer.
¿Qué nos reserva entonces el umbroso futuro? ¿Evolución? ¿Progreso? ¿Poesía creada por los aparejos de la recién inventada <<Inteligencia Artificial>>? No lo sé; el tiempo lo dirá. Sin embargo, es evidente que para los lectores serios, muchos de los creadores han perdido el elemento del asombro, la imprescindible extracción de lo abstracto, y la armonía en reverso del salto metafórico. Hay indicios de que la desproporcionada producción de obras que insisten en ser literarias, documenta y reconfirma que ha desaparecido el deseo de enriquecer la lengua en sonido y noción y se ha extraviado la cualidad de engendrar epifanías. Por supuesto, no insinúo que los síntomas se aplican a todas. Mas, francamente, no dejo de notar, aún sin quererlo, que pareciera que la enorme cucaracha de Kafka yace boca arriba, mientras la vida contemporánea se mueve con demasiada rapidez, en un “hoy” o un “ahora” hueco, flotante como globo de helio, donde más que trascender, se busca escapar. Nos enfrascamos en una lucha de supervivencia intelectual, tan inútil como patética, deslizándonos en un cause de delirio engañoso, nutrido con la tardía ilusión de poder destacarnos en la arena de una cultura alborotada y moribunda.
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez
Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y poemas para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Ekatombe y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Funge como lector oficial y consultor de la división Exámenes de Colocación Avanzada en Literatura y Cultura Hispánicas en College Board. Es también consultor para el Banco de Evaluaciones Interinas y Exámenes del Departamento de Educación de la Florida. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Creador de un sub-género literario que llama cuarentenas, es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011 y CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, Authorhouse, agosto de 2015. Le da los toques finales a tres próximos libros, CUANDO EL VIENTO ES AMIGO Y OTRAS CUARENTENAS, entrega poética, AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, antología de ensayos con temas diversos y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.