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Febrero 2019

UN DOMINGO DESDE SANTS. Eduard Reboll

Un domingo desde Sants

 

Esta crónica empieza con un insulso bostezo. Un no-saber qué escribir a tres días escasos de finalizar el plazo de entrega. Es día festivo. Salgo a la calle con la culpa bajo el brazo. Mis manos están en los bolsillos de unos tejanos debilitados por la estética de hoy. Es decir, bajo la rotura sesgada en las rodillas.

 

Una camisa azul de algodón abriga mi dermis y el hastío que llevo conmigo. Las gafas negras no podrían haber tenido peor color en este instante para reflejar mi ánimo. Hace unos días me caí y me lastimé la cadera cerca de una escuela primaria. Aún no sé qué voy a hacer con el dolor. Ni de qué voy a hablar en este papel ahora mismo.

*

El sol es diáfano. Y las calles del barrio de Sants están pobladas. Individuos de avanzada edad circulan a ningún destino. La mayoría esperan que la jornada les acompañe bastón en mano. Dos adolescentes intentan dirimir si su amor los une. Están apoyados en una columna llena de grafitis amenazadores contra todo y algún-alguien. Una niña tiene una muñeca en brazos. Su mamá la mira. Recuerda en su interior cuando la tuvo en su regazo y revive la misma ternura con esta frase que ahora le dice: “Ponle el dedito en los labios y hazle brruuu”.

 

El jardín con lavanda y ciclámenes ayuda a iniciar un paseo por este improvisado parque ubicado encima de las vías donde circula el tren camino a Madrid.

“¡Mi madre fue asesinada por un policía!”

 

Asimismo, suena. Literal. Hay una pequeña pausa; y el grito regresa: “¡Mátenlo… Mátenlo!. Es una mujer de mediana edad. Va bien vestida. Lleva una gabardina abierta; el pelo recogido y rubio. Uno por uno, ahora se dirige a tres ancianos que están sentados en un banco de la estación.

 

“Con un cuchillo. Sí. La odiaba nada más que pusiera un pie en el suelo. Así que mátenlo. ¡Mátenlo!”.

 

Su vocerío se extiende por todo el recinto. La gente ni se inmuta. Siguen leyendo el periódico y vigilando que los perros no defequen en el suelo. Es la Loli…todo el mundo del barrio la conoce. Hoy quería comprar un billete de ferrocarril para París.

 

Fuera, en un pequeño rincón de la calle hay un grupo de jóvenes. Se oye música bajo una flauta andina. Practican una danza de Perú muy bien coreografiada por cierto. Ellas van vestidas con polleras y bombín. Los bailarines, saltan al unísono bajo el compás del tambor. Llevan el brío en el movimiento.

 

Alrededor del grupo de baile, hay flores, una papelera vacía, y una hermosa vista a la montaña de Montjüic. Los transeúntes descansan sus codos en la barandilla del puente elevado y sueñan vivir en esta ciudad libres de su pasado. Imaginan su propiedad inmobiliaria a lo lejos. Junto al mar. Alguno aprende catalán en un libro viejo de escuela que alguien le ha obsequiado. Otros siguen a Jehová…

 

En efecto,
«el que quiera amar la vida
y gozar de días felices,
que refrene su lengua del mal
y sus labios de proferir engaños;
que se aparte de la fechoría y haga el bien;
que busque la paz… y la siga.»

1 Pedro 3:10-11

 

En fin, todo muy dominical y bíblico…como lo que sigue.

 

En la pastelería Vives sirven un café único. Un surtido de chocolate con naranja dulce, trufas, catanias, bombones de licor amargo y bracitos de crema reposan en el mostrador. Tomo un macciato con una pasta de almendras. Ahora la vida parece un poco más conspicua bajo el azúcar. Escribiría una mentira sino dijera lo que hace esta sustancia cuando se deposita en el interior de uno que arropa la tristeza desde que se ha levantado. No sería justo no hablar de la subida de la adrenalina. Este hidrato de carbono tan preciado mitiga la depresión de esta mañana. Al menos, de momento.

 

Es mediodía. Los bares se llenan. A punto el pulpo a feira, los berberechos en salsa, los calamares a la romana, la ensaladilla rusa, las patatas bravas, los pinchos morunos, los chipirones, la sepia, la tortilla de patata y cebolla…De bebida: cerveza del país o vemouth Izaguirre, Espinaler, Celler …Para los más pobres, el Cinzano; para los pijos, Martini &Rosso. Todas las terrazas están ocupadas por el servicio y los comensales que fuman o dialogan a voz abierta. Algo sucede en la atmósfera.

 

Regreso a casa…

 

Telenoticias: “Juan Guaidó se ha proclamado presidente al término de una marcha opositora…” Junto a la mesa de la sala hay un ramo de guirnaldas y hortensias secas en un jarrón de cristal. Un olor a especies sale de una cazuela de barro donde hierve un potaje de carne y vegetales. Mi mujer lleva el delantal desabrochado y un collar de perlas negras. Hay vino tinto del Priorato y un pastel de manzana para postres. Todo el lujo que permite el séptimo día de la creación, está servido.

 

“El presidente Maduro se ha reunido con la cúpula militar y…”

Hay un país que está con el mismo humor que mi “yo” esta mañana antes de salir de casa. El recuerdo de la Loli regresa a mi cerebro; su vocerío, sus sentencias. Acabo el segundo plato. Me tomo el analgésico. Por momentos, me viene la frase del psicoanalista Joan Palet que, en la última sesión de mi tratamiento, entre juicioso y resignado, me dijo:

 

“La realidad es la que es…Y sólo nos queda una solución: pactar con ella o rebelarte”.

 

Apago la televisión y cierro el día. Ya he escrito lo que no tenía que decir.

 

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

 

 

 

 

 

 

 

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