La aldaba de este mes se permite una excepción. Quiero contarles algo de lo que está aún en mi cajón: un libro de microficciones.
A raíz del encuentro de escritores que organizó Pen Argentina conjuntamente con el Museo Nacional de Bellas Artes, escribí el texto Damas elegantes. Pero poco tiempo después visité la muestra retrospectiva de mi querido amigo, Germán Gárgano quien acaba de presentar un hermoso libro (Gárgano, Ediciones Fundación Vittal) sobre su obra plástica. Y de allí surgió la escritura de La brisa de los recuerdos. Creo que más adelante ambos integrarán un libro dedicado a este apasionante género de la microficción tan afín a la escritura poética, pero mientras ese libro sigue madurando y no todos sus textos surgen de obras plásticas, me gusta compartir con ustedes estos dos que sí han nacido de esa otra gran pasión en mi vida: la pintura y la escultura que tanto me fecundan.
Damas elegantes
La casa me estaba ahogando y decidí salir, llevándome los libros que recién me habían llegado. Recalé en el café frente al parque. El sol entraba a boca llena aunque igual hacía mucho frío. Comencé a leer pero, de pronto, una voz de mujer en apuros dijo: “en el testamento” y luego “la casa tiene una escalera imponente”. Seguí leyendo rogando que se fueran.
Dos señoras resguardadas en gruesos abrigos y protegidas aun por sus sombreros de fieltro, hablaban con una cierta ansiedad que les hacía, por instantes, alzar la voz más de lo que ellas mismas advertían. ¿Qué decirles? No estábamos en una biblioteca. ¿Cómo exigir silencio, o al menos un tono más amable?
“Pero ya está” -dijo la otra-. “Basta, terminala, ¡con el trabajo que dio! Una no anda eliminando semejante estorbo todos los días… ¿Ahora, querés dejarme disfrutar del café?”
La voz sonó como una orden irrevocable y me hizo temblar. No, no por el frío, mis manos sudaban heladas. Las miré sin querer. Y supe que no debía estar allí, que me iba arrepentir de haber oído…Ay, en qué mala hora. ¿Por qué habrá quien exhibe su oscuridad en gestos aparentemente inocuos? En estas eventualidades, mereceríamos que un ángel nos proteja. Sí, debiéramos quedarnos sordos de repente ante la elegancia de ciertas damas.
La brisa de los recuerdos
para Germán Gárgano, enero de 2018
A veces, el señor Pasado me visita vestido con su levita negra. Hoy llegó en compañía de un ángel de hondos fuegos, como banderas desplegadas. Anduvo por el parque, jugando entre los patos. Tal cual cuando era niña y les daba de comer en el pico.
Los patos se arremolinaban bajo las manos de Pasado y pedían más y más. Golosos y curiosos como todos los patos. Entonces advertí, en la mañana calurosa del domingo, la suave brisa del recuerdo. Y como un padre me cuidaba, la brisa.
La mano del señor Pasado –sabio y silencioso- enarboló una caricia con ternura vieja. Este señor tan serio –me dije- lo cura todo. Pero tanto tanto que hasta sonreímos ambos, como quien ya nada tiene que perder.
© All rights reserved Graciela Perosio
Graciela Perosio. Bs. As (1950) Escritora. Prof. Universitaria en Letras. Recibió la Beca Nacional de Investigación del Fondo Nacional de las Artes para estudiar la obra del poeta argentino Carlos Latorre. Publicó ocho libros de poesía: del luminoso error (1982 de autor), Brechas Muro (1986, Tierra Firme), La varita del mago (1990, Tierra Firme), La vida espera (1994, Del Dock), La entrada secreta (1999, Grupo Editor Latinoamericano), Regreso a la fuente (2005, Del Copista), Sin andarivel (2009, Del Copista), Balandro (2014, Paradiso), la antología Escampa, el corazón (Editorial Ruinas Circulares 2016) y El privilegio de los años, (Editorial Leviatán 2016)
Su obra ha motivado puestas escénicas multimediáticas, esculturas, pinturas y otras obras literarias. Muchos de sus poemas se han difundido por la red en sitios nacionales y extranjeros mereciendo juicios elogiosos de críticos y colegas. Un poema de su autoría fue seleccionado para realizar un afiche con ilustración de Alexiev Gandman que se presentó en las veredas de la Ciudad de Buenos Aires.