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Julio 2014

MI AMIGO JOAQUÍN Y OTROS MICRORRELATOS. Félix Terrones

Mi amigo Joaquín

Apenas abrió la puerta, sentí su mirada recorrerme desde los pies hasta la punta de los pelos. No me lo dice, pero me doy cuenta de inmediato. A la mamá de Joaquín no le gusta que su hijito se junte con niños como yo, es decir, chicos sin lustre alguno ni apellido pronunciable, habitantes de cualquier barrio en las afueras de lo frecuentable, arrojados por la suerte, y la misericordia de los curas, al mismo colegio de su niñito. Felizmente, mi amigo aparece en lo alto de las escaleras para sonreírme y con esa sonrisa neutralizar la mirada de su madre y elevarme a sus alturas. Los bucles dorados caen sobre sus mejillas más rosadas que nunca, sus dientes blanquísimos y perfectamente alineados dejan asomar la viborita de su lengua. Pienso en un angelito, mientras feliz y encantado subo hasta su cuarto, al tiempo que le escucho decirme no sé qué cosas de un juego. Casi no le escucho pues la luz que entra por las ventanas ilumina toda la habitación, todos esos juguetes que ni siquiera los sueldos de toda una vida de mis padres, tíos y abuelos alcanzarían para comprármelos. Me digo que lo quiero, que quiero jugar toda mi vida con él. Sin embargo, es sólo un instante pues Joaquín ya ha girado el pestillo, cerrado las cortinas y apagado la luz.

Siento las manos del rubio angelito buscar algo en la oscuridad.

 

Imaginación infantil

Fue Pablo quien comenzó poco antes del anochecer. Afuera, en el medio de la oscuridad, nos esperaba una bestia feroz, de garras enormes y pesadas, de fauces sanguinarias dispuestas a comerse todos los niños. Se dio cuenta de que había ido demasiado lejos cuando nos escuchó llorar. Entonces, nos dijo que no fuéramos tontos, era una broma, solamente había querido asustarnos. Como nos vio escépticos, nos dijo que ya nos mostraría. Entonces, abrió la puerta y salió de la casa. Todavía seguimos esperándolo mientras escuchamos el ulular imprevisible y salvaje de la noche entrar por la chimenea.

 

Casa de muñecas 

La niñita abre el regalo de cumpleaños con entusiasmo y rapidez, la misma rapidez con la que despliega la casita donde encuentra reproducidos en primorosa miniatura, al perro en el jardín, después la puerta de entrada, la sala con la televisión encendida, unas escaleras que suben hasta los cuartos, el cuarto grande familiarmente desordenado, pero también el pequeño, el mismo cuarto en el que ella coge entre sus dedos a sus padres que la miran felices, nerviosos y, finalmente, aterrorizados con tan peligroso juguete.

 

Soldadito de plomo

Fue su regalo de cumpleaños. Cabía en la palma de su mano, en la que lo posaba para contemplarlo: temerario y decidido, apuntaba al enemigo con la bayoneta. Después, conocería otros regalos, una pelota, una bicicleta, una moto e incluso un coche pero nunca se separaría de él. Esa mañana, debajo del puente, sus ojos congelados en un segundo transformado ya en doliente pasado, el soldadito de plomo yacía a su lado, confundido y silencioso, como derrotado en esa guerra que nunca fue suya.

 

Abracadabra

El mago llegó temprano y sin demora todos lo rodeamos. Todos menos Ricardito quien, como desde hace varias semanas, se quedó de brazos cruzados en un rincón. De inmediato, el mago se puso a sacar conejos, palomas y tortugas de su sombrero. Todos aplaudimos a rabiar, incluso Ricardito quien se acercó un poco más a nosotros. Como agradecimiento, el mago se sacó una mano, tiró unas rosas de su chaqueta y se tragó varias espadas. Pero todavía faltaba el acto final y definitivo, que reuniese fantasía y sorpresa con portento. Hasta ahora creemos que Ricardito se había puesto de acuerdo con él para levantar el dedo y, con la voz bien bajita, pedirle que hiciera aparecer a su papá. El mago fingió aturdimiento, se rascó la cabeza, miró al cielo y finalmente se esfumó. Ya pasaron varias horas y seguimos preguntándonos dónde puede haberse ido a buscar al papá de Ricardito, para que demore tanto en reaparecer.

 

© All rights reserved Félix Terrones

 

Felix TerronesFélix Terrones. Lima, 1980. Escritor y crítico peruano. Ha publicado las novelas cortas A media luz (PUCP, 2003), la novela El silencio de la memoria (Mundo Ajeno, 2008) y, en formato electrónico, el libro de cuentos  Cenizas y ciudades (SUB-urbano, 2014). Este año, publicó su primera colección de microrrelatos titulada “El viento en tu cara” (Nazarí). Columnista en la revista SUB-urbano de Miami. Desde el 2004 vive en Francia donde enseña lengua y literatura latinoamericanas como profesor contratado en la Université François Rabelais (Tours). Doctor en literatura por la Université Michel de Montaigne Bordeaux III, ha editado la antología de la obra del escritor peruano Sebastián Salazar Bondy. Actualmente, traduce la novela Conquistadors del novelista francés Eric Vuillard.

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