saltar al contenido
  • Miami
  • Barcelona
  • Caracas
  • Habana
  • Buenos Aires
  • Mexico

Junio 2013

LOS GRADOS DE SEPARACION EN “SIMONE” DE EDUARDO LALO. Elidio La Torre Lagares

El escritor húngaro Frigyes Karinthy, en su relato “Cadenas” (1929),  expone que los seres humanos quedamos dispuestos por una separación de seis grados o menos de persona a persona. Pero en tanto disolución de los sujetos, la novela Simone de Eduardo Lalo, ganadora del Premio Rómulo Gallegos de Novela 2013, me sienta como una extensión de dicha tal teoría, pero aplicada a las condiciones existenciales de los dos protagonistas. La soledad, la ciudad, el silencio, la invisibilidad, el deseo y la palabra son los seis puntos de conexión/separación entre el narrador anónimo, que nos  su vida hecha de fragmentos, y un personaje bajo el pseudónimo de Simone.

Como artefacto literario, Simone tiene la materia de las grandes obras literarias.

En cierto modo, la vida de los dos personajes nos sirve para repensar las condiciones materiales de la vida en la ciudad de San Juan, la cual el narrador recompone en un acopio de citas y fragmentos narrativos que vertebran los principios estructurales de la obra. De esta manera, los aspectos formales del orden son suplantados casi como un modelo a escala de la gran novela de la modernidad puertorriqueña, En Babia, de José I. De Diego Padró, la cual desarrolla en los años ’20 en la ciudad de Nueva York, y en algún punto en la lista de lecturas de Lalo.

Así, en Simone se recrea la mirada del flaneur citadino que se va dispersando por una ciudad pequeña como San Juan, e incluso se atomiza en recorridos por los centros comerciales, esas ciudades dentro de la ciudad que ya son referentes sociales en las sociedades consumistas.

Por su carácter autoreferencial, el lector que se acerca a Simone se asoma a toda la obra de Lalo. La novela viene a ser una pieza dentro del puzzle mayor que es la obra de Lalo, compuesta por nueve libros, entre los cuales detacan ¿dónde?, Los países invisibles y La inutilidad, proyectos literarios que a su vez desprenden de la misma intención matriz que Savater adjudica a Beckett y a Cioran: es reasumir, una y otra vez, la experiencia de la vaciedad.

Aquí, en Simone, también esta el narrador sentado en el Burger King, como en el primer libro de relatos de Lalo, En el Burger King de la Calle San Francisco; aquí están las meditaciones de Los países invisibles vertidas en el nihilismo del narrador, que intenta hacer sentido de lo aparentemente inconexo; aquí pueblan la tristeza, el dolor, la melancolía como estados innatos de la existencia caribeña. Pero, extrañamente, en Simone se alza el amor, en sus diversas gradaciones, y sus posibilidades redentoras.

Como la filosofía, el amor siempre es búsqueda de una verdad.

Es lo único que sostiene al escritor innombrado que recorre las calles de San Juan, que va leyendo y escribiendo la ciudad, escuchando a sus transeúntes, interpretándolos desde el despego, pero a la misma vez, domado por la insoportable cotidianidad de la que adolecen sus actos.

San Juan aparece abacorada climatológicamente, lineal en su sentido del tiempo, inexpresiva y monocromática en su idiosincrasia. ¿No será el sol una especie de enfermedad?, se pregunta el narrador en algún momento. Los habitantes en San Juan no son capaces de poseer la ciudad por su insuficiencia lingüística.  El lenguaje, trunco a veces y desacertado otras, es un impedimento nombrarla y poseerla. Pero se requiere amar un lugar para despreciarlo así.

No obstante, al conocer a Simone, una mujer de origen chino llamada Li Chao, surge el amor idílico: el amor sin cuerpo, que le llega cautivado por las palabras que la mujer le hace llegar a manera de textos anónimos, pero que luego cobran autoría y corporalidad. “Con brazos y piernas entrelazadas, iban renaciendo nuestros cuerpos”, nos dice el narrador.

Ya antes Simone era confesa amante de las novelas del protagonista escritor, así que, casi como expresión causal, son esas textualidades mutuas las que conducen al encuentro de los cuerpos y, por ende, al nacimiento de la relación erótico-amorosa entre Li Chao y el narrador. Simultáneamente, si bien la mujer conduce a nuestro protagonista en un recorrido bajo la piel aparencial de la ciudad para revelarle un mundo poblado por gente “invisible”, el escritor despierta en ella el hambre por hacerse cuerpo de arte. Los dos amores –el que siente el escritor por San Juan y el que siente por Li Chao- se cruzan en la soledad, la ciudad, el silencio, la invisibilidad, el deseo y se consolida en el amor mayor, que es el amor por las palabras.

Como propuesta narrativa, los conflictos de carácter ético se enlazan de manera magistral para contarnos una historia donde, a fin de cuentas, el lenguaje es la posibilidad en la que existimos y amamos. No se puede existir sin amar, y no se puede amar sin lenguaje.

Pero el lenguaje no es natural: no nacemos con él, sino que requiere adquirirse para procrearlo. El lenguaje es cópula, escribió alguna vez Octavio Paz.  Y sin cópula, no hay lenguaje.

Ya al final de la novela, cuando Li se marcha y solo es un verbo en pretérito, el narrador nos confiesa: «No podía hacer un gesto ni decir una palabra». Luego añade: “Mi grito de auxilio era el silencio y la inmovilidad”.

Simone es una lectura ágil que avanza sin prisa, un atributo estilístico proveniente de una pluma adiestrada como la de Lalo (es una Mont Blanc que le acompaña hace 20 años).  La novela es un buen ejemplo para demostrar que las letras en Puerto Rico, como la historia del país, están hechas de paradójicas relaciones de amor y odio, de liminalidad y oscuridad, mas siempre en la contingencia de lo contradictorio. Pero, en todo caso, sin opuestos no hay progresión; sin antítesis, no hay síntesis.

©All rights reserved Elidio La Torre Lagares

elidiolatorreElidio La Torre Lagares es poeta, ensayista y narrador. Ha publicado un libro de cuentos, Septiembre (Editorial Cultural, 2000), premiada por el Pen Club de Puerto Rico como uno de los mejores libros de ese año, y dos novelas también premiadas por la misma organización: Historia de un dios pequeño (Plaza Mayor, 2001) y Gracia (Oveja Negra, 2004). Además, ha publicado los siguientes poemarios: Embudo: poemas de fin de siglo (1994), Cuerpos sin sombras (Isla Negra Editores, 1998), Cáliz (2004). El éxito de su poesía se consolida con la publicación de Vicios de construcción (2008), libro que ha gozado del favor crítico y comercial.

En el 2007 recibió el galardón Gran Premio Nuevas Letras, otorgado por la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico, y en marzo de 2008 recibió el Primer Premio de Poesía Julia de Burgos, auspiciado por la Fundación Nilita Vientós Gastón, por el libro Ensayo del vuelo.

En la actualidad es profesor de Literatura y Creación Literaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha colaborado con el periódico El Nuevo Día, La Jornada de México y es columnista de la revista de cultura hispanoamericana Otro Lunes.

twitter @elidiolatorre

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.